lunes, 1 de junio de 2020

Dichoso reencuentro con mi añorado pueblo.

Esto ocurrió, hace 5 años, cuando retorné con el corazón saturado de emoción, como si acudiera a verlo por primera vez, luego de dilatados 30 años, ausente de ella. Esta vez para quedarme por un espacio de tres venturosas semanas. Era el reencuentro con mis abandonados y derroteros pasos infantiles y de la adolescencia, como la mayoria de nosotros los errantes chiquianos y de los habitantes de los pueblos de las provincias de los departamentos del Perú, persiguiendo un nuevo horizonte debido a la centralización los Centros Superiores de Estudios, centros de trabajo y los recursos naturales en posesión de pocas manos con una economía no democrática.

Recorriendo sus idílicas estrechas calles por donde danzaban con garbo los negritos, los diablitos y los jijantes. Los pregoneros, don Juan Jaimes y Antonio Padua, repiqueteando acompasadamente la tinya y el pincullo, a viva voz, en cada esquina, rodeados de mocitos, a mandíbula batiente, notificaban a los Miembros de la Junta de Regantes, la hora y el dia para el relimpio de las acequias. Escuchar con singular optimismo el ensayo de la banda, dirigido por el reconocido maestro de música, don Florentino Aldave. A don Julian Soto, hombre extremadamente religioso, elaborando con pulcritud las extendidas velas para alumbrar las multitudinarias procesiones de Semana Santa. A don Julio Alvarado, el misario, que parecia caminar sobre algodones, doblaba las campanas con sublimes tonalidades. A los tejedores, los hermanos Minaya, el Sr. Aguirre, Moreno, Garro, Palacios que elaboraban desde la aurora al crepúsculo, hermosos tipicos ponchos y frasadas. Don Manuel, de edad avanzada, de pasos cansinos y voz atronadora, era el experto constructor de pircas. Don Julián, el mudito de Huasta, el hombrecito que no podia hablar, de sonrisa ingenua, ojos verdes y de bobo andar con su morral de percal sobre su enjuta espalda. Don Maximiliano Nuñez, cuyo apelativo era Cuerdas Cuenca, que tenía el aspecto de un hombre insepulto, era el celoso guardián del Zócalo.  Shapra, hombre acomedido y simpático, se regodeaba con las personas mas humilde como también con las máximas autoridades del pueblo sin hacer ninguna diferencia. A estos queridos personajes se suman los generosos y loables panaderos como los insignes maestros.

Observando aún sus sencillas casas de decorosos techos rojos inaugurado con la famosa fiesta de techa casa y el rayan. El Zócalo y sus pretéritos cuatro árboles, la ancestral pileta y la acogedora glorieta en donde se narraba los singulares cuentos de aparecidos y duendes. Atravesando los caminos anchurosos, angostos, empedrados e inclinados para ir a las sementeras y a Huaca Corral, tanto para la siembra como la esperada cosecha de papa, a todo esto, en mi mente revolotea los vívidos recuerdos imborrables. Es en aquel momento, que me animo a escribir relatos y últimamente algunos versos sobre la tierra añorada que me vio nacer.

Han transcurrido 5 años del cual agradesco de todo corazón, su valioso tiempo, de visitar y leer el Blog "EL TERRITORIO DEL PICHHUYCHANCA" 
Además, con el permiso de ustedes, amables lectores, quiero compartir los siguientes cuadros. Lo confieso que no me imaginaba tener, en estos 5 años, mas de cien mil visitantes.
 
P/d El primer cuadro es el resumen de de los visitantes. Al dia se hoy.


Segunso y tercer cuadro son los relatos y poemas mas leídos. 




 El Pichuychanca.

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