Mis hermanas Norma y Vicky |
Balada para una madre
se asoma la risueña alborada.
Se halla En medio del patio
la madre en vela.
Y susurra la serena brisa
y el fecundo manzano
y la frondosa rosaleda
se acunan en sus blandas manos.
Su matutino andar suave
como la danza del cisne blanco,
dobla sobre álgida acera asfaltada.
En medio de la soledad y la calma,
emprende a laborar como abeja obrera.
Poda las plantas de perlas frescas bañada.
La nacarada luna, de luz mortecina,
entre enmarañadas nubes se agazapa.
El altivo gallo, con la cresta roja agitada,
con su canto vigoroso por vez primera
hace zumbar los oídos de la madre en vela.
Del suave cielo, un lucero titilante se apaga.
Con dulce voz, meciendo entre cálidos
brazos, detiene el hondo y feliz letargo
de los queridos hijos. Acicalados, junto
a ella, comen sobre una mesa redonda.
de los cuartos al patio bordeado de flores
balsámicas. La luz madrugadora del sol,
agazapado detrás de la niebla encarnada,
proyecta una prolongada y débil silueta
de la madre en vela.
De la alborada al crepúsculo, labora
sin desfallecer. Apremiada, de la casa,
al campo y al mercado va. El inexorable
tiempo corre; plancha, lava y ordena
los trastes, no hay descanso. Se engalana,
y rauda, acude a su digno trabajo.
En el ocaso del sol; gime la ventisca.
Los hijos trepidan por el severo frio otoñal.
Llega la madre atareada y a los hijos ve
con los parvos bracitos cruzado
con los trémulos hombritos arrugado
de inmediato, con ternura intachable,
los acuna en su dulce y caluroso regazo.
El Pichuychanca,
Chiquian, 13 de es etiembre 2017