Atardecer |
Las
autoridades elegidas en todos los estamentos públicos del Estado, especialmente los
alcaldes, como conductores de una gestión publica y opinión local, tienen la responsabilidad y la
obligación de velar y servir por el bienestar de su comunidad tanto en lo espiritual
como materialmente.
Chiquian,
pueblo mágico, hace mucho tiempo detentaba una edificación, única y digna de
una situación envidiable, su hermoso y augusto teatro con una lustrosa e inclinada platea, con reconfortantes sillas plegables, en los costados una especie de un
acogedor balcón corrido, en la parte posterior la bullanguera galería y el cómodo proscenio, en donde los solistas, conjuntos de musica y actores actuaban con suma holgura, y en cada acto final era cubierto por los amplios y elegantes
telones.
La
candileja estaba ubicado en el corazón del pueblo, es decir en el zócalo.
Multitud de personas; los varones ataviados de ponchos, abrigos, bufanda y
sombrero y, las gallardas damas con
vestido de noche, cubiertos de chal, pañalones y llicllas acudían a ver y escuchar
las mejores veladas poéticas y teatro puestas en escena por los alumnos
declamadores y actores de la Normal y el Colegio Coronel Bolognesi. Además, se
trasmitían películas de estreno y se presentaban solistas, conjuntos y danzas,
de este modo, se preservaban nuestros ancestrales valores culturales.
Luego
de asistir y regocijarse de estos magnos eventos, los ávidos espectadores de maizada edad salían con inmenso placer espiritual.
El
primer periodo de esta vida humana, en mi niñez, tuve la fortuna de conocer y
disfrutar de este bienestar espiritual y material que quedaron grabados, a
través del tiempo, en mi memoria.
En
mi memoria otoñal, emerge una anécdota infantil, pero con una duda, no recuerdo con exactitud si fue en la emisión de la película “los doce mandamientos” o,
cuando el conocido locutor radial, el señor Pizarro Cerrón, qué, desde la estación
de radio el Sol, difundía con sumo acierto, de cuatro a seis de la mañana,
canciones del acervo popular como mulisas, santiagos, huaynos y pasacalles,
llegaba a Chiquian con una nutrida caravana de artistas y orquestas del
folclore peruano y entre ellos figuraban las renombradas interpretes como La Pastorita Huaracina, Princesita de Yungay, Flor Pucarina etc. ¡Qué
tiempos aquellos!
En uno de estos dos protagónicos eventos, mi madre con mi tía
Lidia apresuradas me llevaban, de la mano, al teatro, donde la señora Ana
Márquez, con ansiedad, ya nos estaba esperando en una ordenada hilera de gentío
para ingresar al magnifico recinto. De este lugar pude observar otra multitud
de personas aglomeradas en la boletería tratando de adquirir su boleto en medio
de un atronador murmullo. De pronto se abrió la puerta principal, era tal la
expectativa que la muchedumbre irrumpió en un caos emocional, preocupados por
ocupar un lugar cómodo y próximo al escenario, en ese ínterin, entre los
empujones y el alboroto, la señora Ana sentía frio en uno de sus pies, al
fijarse atentamente en ellas, se dio con la sorpresa que había extraviado el
zapato negro de charol, sin embargo, no sé lo que hizo la señora Ana en ese
momento, el hecho es que, sin perturbarse, se quedó prendada y disfrutando
durante toda la función de gala de aquella fría noche invernal.
Este
hermoso y nostálgico teatro fue destruido parcialmente por el aciago terremoto
del año 1970 desde aquel entonces,
trágico para la cultura, Chiquian carece de un lugar o edificio donde se
pudiera representar atrayente y estupendas obras dramáticas o, ejecutar
encomiables espectáculos.
Desde
hace 15 años La Casa de la Cultura de la Provincia de Bolognesi-Chiquian,
fundado, sin fines de lucro, el 21 de octubre del año 2003, viene siendo
ninguneado y postergado por las diferentes gestiones de la alcaldía, cediendo
algunos locales no adecuados para desarrollar cómodamente sus actividades como
tal.
En
ese sentido, como socio itinerante de la Casa de la Cultura, que me acoge afable y comedidamente, opino y recomiendo que se realice las pertinentes gestiones
legales, por parte de nuestros buenos amigos abogados de la tierra natal, ante
las autoridades correspondientes, para que autoricen el pase del local del IMPE,
abandonado por muchos años, a nombre de la Casa de la Cultura de la Provincia
de Bolognesi-Chiquian, tan deseada para toda la comunidad.
Mi
utopía, vuestra utopía, de poseer nuestra Casa de la Cultura, se concrete en
una realidad con un local propio. Colocar la primera piedra y con el tiempo
edificar un moderno teatro, como antaño, con todas las comodidades posibles.
Tomo el nombre del presidente de la Casa de la Cultura de la Provincia de Bolognesi Chiquian y de todos los socios, para apelar a ti generoso paisano de corazón magnánimo y filántropo, que se
encuentran desparramados por todo el territorio nacional y el planeta, de colaborar con este hermoso sueño que es una
necesidad urgente para nuestra querida tierra natal, Chiquian, nuestra
querencia.
El
Pichuychanca
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