En esta gigantesca habitación natural, la tierra, el tiempo implacable no espera, no perdona, lastima, hiere todo lo que halla en su eterno y devorador camino. Ninguna entidad viviente u objeto material se escapa de sus crueles garras.
Hoy, domingo 29 de setiembre, mientras la gente descansa, se divierte, se distrae por algún motivo, por otro lado, yo me animo a andar por los cálidos extramuros de mi suelo natal con el propósito de despertar los cinco sentidos y alegrar mi espíritu un tanto apesadumbrado por los graves acontecimientos que ocurren a nivel nacional e internacional y este mundo saturado de fariseos, calla.
En Chiquian, mi patria chica, ya estoy de paseo por las arterias, colmado de un religioso silencio. Al pasar por la vera de los ancianos portones siento que me ven con honda tristeza, quizás... ¿por la soledad, por el abandono?, no lo sé. Una columna de innumerables e inmóviles postes de energía eléctrica, plantados al filo de la estrecha acera, como testigos, acechan mi lento andar, lo mismo que a las personas de mayor edad pero que no les permite circular con comodidad, sobre todo, en tiempos de lluvia.
Absorto, observo con intensa minuciosidad las edificaciones modernas que aparecen de la noche a la mañana cual mala yerba del campo que estropea los brotes del maíz, del trigo y de la papa, presurosa, escalando sobre los sembríos rumbo al cielo. Las recientes construcciones de edificios de hasta 6, 7 pisos aumentan cada día por la ausencia de una rígida ordenanza, que está bajo la jurisdicción y la responsabilidad del municipio, cuyo fin es de preservar el aspecto decorativo, de las calles, los parques y la seguridad pública en su conjunto. Este grave problema que viene de hace mucho tiempo, deforma, deteriora el tradicional e histórico ornato de pueblo andino.
Después de todo, haciendo un paralelo con las construcciones antiguas, los abuelos, a los que debemos ofrecer nuestro respeto y reverencia, con denodado esfuerzo, entusiasmo, cariño y reflexionado por las futuras generaciones, levantaron o mandaron a levantar amplias casas de uno o dos pisos diseñado con un hermoso portón hecho de madera fuerte como una roca, maderas traídos sabe dios de qué lugar. Portón que, a través del violento tiempo, perdura y resiste heroicamente hasta el día de hoy.
De pronto, me surge la idea de recorrer las calles principales y todas las que atraviesan por ellas con el sano propósito de retratar, de entre cientos, miles de puertas antiguas, a los portones de incalculables años de existencia y comprender su valor histórico, plasmado por medio de la fotografía postrera.
Los escasos portones con vista a la calle tienen una estructura variada que por fortuna todavía se puede apreciar este elemento, la entrada y salida de la pretérita morada, legado de nuestro antepasado. Sin embargo, hay portones que se encuentran muy deteriorados por el abandono total de parte de los propietarios que emigran uno tras otro a diferentes lares, y el tiempo feroz que no condona a nadie.
Es una lástima y también dramático, de cómo algunos portones de madera, muy antiguos, han desaparecido, o simplemente se reemplaza por puertas de fierro que desfigura la tradición e identificación andina.
He preguntado a los pocos herederos que de cuando en cuando vienen de visita —nieto, bisnieto y tataranieto— a ver la casa que todavía permanece de pie con su llamativo portón, desafiando al inexorable tiempo, de cuantos años tienen, conocedores de la historia de su vivienda, me respondieron con total seguridad, más de cien.
El Pichuychanca
Chiquian 29 de setiembre 2024
Aquí imágenes de los portones de la calle el Comercio, que debe llamarse (Chaupi calle, calle central)
Calle 28 de Julio (Ago calle)
Calle 2 de mayo. Averiguo como se llamaba antes. Por ahí he oído que le llamaron calle extrema.
¿Cómo se dice extremo en quechua?
Es tiempo de revalorar los auténticos nombres.
La tradición conserva nuestros valores, la supuesta modernidad la destruye
Portones de la calle el Comercio ( Chaupi calle)
Fotos de los portones de la calle 2 de Msyo4.
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