martes, 27 de diciembre de 2022

Oh!, alborada cuan bella y dulce eres



Decenas, cientos, miles de personas todavía duermen con fruición, mientras la noche se halla silenciosa y sombría. El sopor de la madrugada les lleva a ensoñaciones placenteras. Al mismo tiempo, yo, acompañado de un ejército de estrellas que flotan en el toldo del cielo negro, ya estoy errando por las calles desiertas cubierto de penumbras misteriosas, flanqueando a la izquierda, flanqueando a la derecha del final de cada cuadra hasta llegar al inicio del inclinado camino que me llevaría  a mi destino. El cronómetro del celular está marcando las 4 de la mañana.

Camino por el ancho sendero dejando la villa a mi espalda. La luz artificial de los faroles amarillos que alumbra las idílicas calles, todavía, logra proyectar en la parda y empedrada senda una débil y larga sombra de mi silueta, que, a la medida que avanzo con pasos contenidos, poco a poco va desapareciendo. Lozanas yerbas que estaban quietas durante la noche, en los recodos y las orillas, jubilosas y rumorosas se despiertan, y agazapadas comienzan a moverse motivadas por la fresca ventisca del amanecer y de una nueva vida por delante. Los jóvenes eucaliptos, molles, y alisos se mecen con mansedumbre causado por el  primer aliento del viento matinal.

Al hallarme en medio del paseo matutino, vuelvo la mirada hacia el pueblo que ya se encuentra desbordado por las brumas de los cerros que lo circundan con afecto. Minutos después, como si fuera un sueño, las nieblas se hunden en las profundidades de la atmosfera y una lumbre aparece en el horizonte decantando un paisaje dotado de milagrosa hermosura. Frente a este panorama, vuelvo a ser un espectador de la divinidad de la tierra. Mi alma otoñal vuelve a rejuvenecer al tornar por las huellas de mi infancia que siempre estuvieron adheridos a este mi pueblo natal a pesar de la lejanía y de los años transcurridos. 

A este pueblo campestre en el que todo es sereno, admirable y digno, en el que la vida es densa y blanda de respirar, de pobladores generosos, de calles angostas, orlado de singulares cerros y nevados, de cascadas cantarinas, de un singular valle y de un río que viene de las montañas cantando alegres romanzas, a este lindo pedazo del edén es a donde hay que irse a vivir por el resto de nuestra existencia. 

Durante mi segundo peregrinaje con destino al cerro de Torre Pata, he esperado despierto el fino amanecer. Y por la buena fortuna de la Madre-tierra he logrado apreciar el nuevo día que se iba asomando paso a paso junto a los intensos rubores de la alborada que, de pronto, colmaba de sosiego a este mi corazón taciturno.  

¡Oh!, refrescante viento matinal, ¡Oh!, alborada, cuan bella y dulce eres. 

Con tu luz sonrosada, con tu frescor, eres para mí estela de fiesta interior y la liberación de una angustia negra que me atormenta. 

El Pichuychanca
Chiquian,  27 de diciembre 2022

Aquí las siguientes fotos, tomados rumbo a la cascada de Usgor y camino a Torre Pata 

Fotos captadas a partir de las 5.20 a.m camino a la cascada de Usgor.

Nubes en forma de olas, adornando el paisaje.




Nubes rojas, negras y blancas flotando sobre la Cordillera de Huayhuash.





Nubes negras y blancas

Chiquian, Pampan y Huasta. Tomado a las 4.15 de la mañana. Desde el camino que conduce a Torre Pata.






Desde la cumbre de Torre Pata.

El Pichuychanca

Chiquian, noviembre 2022




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