Mientras la oscura noche, silenciosa, sombría, acaba su periodo, decenas, cientos, miles de personas todavía duermen con inaudito gozo, El sopor de la madrugada les lleva a ensoñaciones placenteras. Al mismo tiempo, yo, acompañado de un ejército de estrellas que flotan en el toldo del cielo negro, ya estoy errando por la calle desierta cubierto de misteriosa penumbra. Me desplazo sin prisa pero sin pausa, flanqueando a la izquierda a la derecha al final de cada cuadra, con el fin de llegar al inicio del inclinado camino que me llevaría a mi destino. El cronómetro del celular está marcando las 4 de la mañana.
Ando por el ancho sendero dejando a Chiquian a mi espalda. La luz amarilla del farol que alumbra la idílica calle, todavía logra proyectar, en la parda y empedrada senda, la débil silueta de mi cuerpo, que, a la medida que avanzo con pasos contenidos, poco a poco desaparece. Yerbas lozanas y la arboleda joven, posada en el recodo y la orilla del camino, agazapada durante la noche, se despierta jubilosa y comienzan a moverse motivadas por la fresca ventisca matinal y de una nueva vida por delante.
En medio del paseo matutino, vuelvo la mirada hacia el pueblo que ya se encuentra desbordado por los nobles cerros que lo circundan con afecto. Minutos después, como si fuera un sueño, las nieblas se hunden en las profundidades de la atmosfera y una lumbre aparece en el horizonte decantando un paisaje dotado de milagrosa hermosura. Frente a este panorama, vuelvo a ser un espectador de la divinidad de la tierra. Mi alma otoñal vuelve a rejuvenecer al tornar por las huellas de mi infancia que siempre estuvieron adheridos a esta patria chica querida a pesar de la lejanía y de los años transcurridos.
A este pueblo campestre en el que todo es sereno, admirable y digno, en el que la vida es densa y blanda de respirar, de pobladores generosos, de calles angostas, orlado de singulares cerros y nevados, de cascadas cantarinas, de un singular valle y de un río que viene de las montañas cantando alegres romanzas, a este lindo pedazo del edén es a donde hay que irse a vivir por el resto de nuestra existencia.
Durante mi segundo peregrinaje con destino al cerro de Torre Pata, he esperado despierto el fino amanecer. Y por la buena fortuna de la Madre-tierra he logrado apreciar el nuevo día asomándose paso a paso junto a los intensos rubores de la alborada que, de pronto, colmaba de sosiego a este mi corazón taciturno.
¡Oh!, refrescante viento matinal, ¡Oh!, alborada, cuan bella y dulce eres.
Con tu luz sonrosada, tu frescor, eres para mí estela de fiesta interior y la liberación de una angustia negra que me atormenta.
El Pichuychanca
Chiquian, 27 de diciembre 2022
Aquí las siguientes fotos, tomados rumbo a la cascada de Usgor y camino a Torre Pata
Fotos captadas a partir de las 5.20 a.m camino a la cascada de Usgor. |
Nubes en forma de olas, adornando el paisaje. |
Nubes rojas, negras y blancas flotando sobre la Cordillera de Huayhuash. |
Nubes negras y blancas |
Chiquian, Pampan y Huasta. Tomado a las 4.15 de la mañana. Desde el camino que conduce a Torre Pata. |
Desde la cumbre de Torre Pata. |
El Pichuychanca
Chiquian, noviembre 2022