sábado, 25 de julio de 2020

Ay! ¡Hasta cuando…pérfida tribu!



Convento Santo Domingo. Lima

  

Ay! ¡Hasta cuando…pérfida tribu!


En éxodo forzado, como todo provinciano, 
por la concentración indebida de los recursos 
naturales, de los medios de producción en pocas 
manos. Por privación del sistema de educación, 
desconcentrada, científica e integral, como la mayoría 
de peruanos, estoy en la cosmopolita ciudad de Lima. 

Estoy detenido enfrente del edificio. Presurosos,  
el gentío transita a destinos ignorados, 
sin acertar mí meditada presencia. Apresurado, 
el conductor del automóvil, del ómnibus de pasajeros, 
donde me encuentro en el postrero asiento, veloz, 
circulan avenidas y calles, 
con el  fin de alcanzar la meta deseada. 

Los desarrapados, los vendedores ambulantes, 
los cantantes, los músicos callejeros 
de toda edad y de ambos sexos, resueltos,
trepan al autobús que se dirige a su destino final,
con el propósito de mendigar una caridad. 
Alzando la bullanguera voz, ofrecen sus productos, 
ignorando por completo que son transgénicos. 
Todo vale para vencer el sustento del día. 
En aquel asfixiante y bullicioso carro, 
apretujado de pasajeros, nadie atina 
mi meditada y pesarosa presencia. 

Por la congestionada avenida Abancay, 
al costado de la Biblioteca Nacional, 
el gentío anda con total indiferencia 
frente a los astrosos indigentes, 
tendidos sobre el gélido piso de cemento. 
Más allá, 
franquean delante de personas inválidas, 
sostenido en el par de vetustas muletas, 
de madres, con el hijo enfermo 
acunado en el regazo famélico, 
que extienden su trémula mano, 
solicitando piedad y una dádiva.
En aquella multitudinaria avenida 
el pelotón de gente febril, no atina 
mi meditada y pesarosa presencia. 

Ando por angostas calles. 
Numerosos individuos, 
turbados, con mirada frontal 
o fijada al piso, precipitados, 
pasan por mi lado, sin atinar 
mí abstraída presencia.
 
Embelesado, observo el escaso 
y preciado balcón colonial 
del Centro Histórico de Lima, 
sin embargo, no puedo olvidar 
de lo que escucho decir, 
de hace muchos años atrás,
al economista, empresario, 
analista y político de turno, 
que somos un país en vías de desarrollo, 
cuando percibo todo lo contrario, 
con el corazón lacerado 
y transido de dolor, 
aquí, allá, en esta ciudad cosmopolita,
apretujado 
de indigentes,
de vendedores ambulantes 
y desarrapados, siendo el Perú, 
un país rico en recursos naturales. 
¡Ay! ¡Hasta cuando!… ¡Pérfida tribu!

El Pichuychanca. 
Lima, Av. Abancay- Biblioteca Nacional. 28 de enero 2020 




  

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