Nevados de la Pampa de lampas, el nevado de Tuco y el canal |
Canal de Tucu
A un costado del lejano páramo
de La Pampa de Lampas, estoico,
se halla el nevado de Tucu chira.
Ronda su cima cana el colosal
cóndor de vuelo sin igual.
Su venerable pared blanca
desprende moléculas de agua.
Deslizándose por grieta agreste,
musitando, abre su curso cuesta abajo.
Arremolinándose en álgido cimiento
brota el primer riachuelo inmaculado.
Encaramadas nubes pardas
duermen en colinas dentadas.
En el anchuroso páramo
se dispersa un tímido viento.
En la antípoda de los erguidos nevados,
debajo de lomas tachonadas de ichu,
yace apacible la laguna de Conococha
A partir del gélido preludio del alba,
sobre la flemática agua azuleja,
la luz dorada del sol reverbera.
Patos silvestres, graznando, revolotean.
Personas anónimas y homéricas,
llevan el azadón sobre el tenaz hombro,
en fila india, andan por senda anegada.
rastreando el tesoro más preciado, el agua.
Por extensa y gélida planicie,
escoltados de sombríos nubarrones,
el pelotón de esforzados hombres,
con prisa, continúan errando.
Sobre charcos de límpida agua
se desploma la suave llovizna,
El iracundo viento no perdona,
azota el cuerpo del recio hombre.
La huella firme de su paso
por el camino cóncavo y anegado,
en la medida que avanza,
a su espalda, va desapareciendo.
Agobiados, llegan a la plataforma
del señorial e impávido nevado,
tropezándose con el naciente riachuelo
cubierto de fina y translucida escarcha.
Sin perder el tiempo,
debajo de los pies yertos,
de aquellos hombres legendarios,
el relente, crepita.
Con mano encallecida y aterida,
por el frio inclemente,
desprende el azadón del hombro enérgico.
Resueltos, resquebrajan el diamantino suelo,
Inician la construcción del preciado Canal de Tucu.
A lo largo de treinta kilómetros,
por lomas, quebradas y barrancos,
a través de la jornada impenitente,
al tropezar con tierra áspera y pétrea
lampas, picos y barretas taladran en concierto
La batalla, Hombre – Naturaleza,
es implacable y tenaz y perpetua.
Martirizantes rayos del sol,
sucumben sobre férrea espalda
del hombre de rostro rugoso y sudoroso.
Arrancan con audacia rusticas plantas
enraizada en la profundidad de la ruda tierra,
ahí, en laderas de turbadores cerros. .
¡Ay!, el viento no sopla,
en el cielo azul, ¡ni una nube se ve!
Más allá, se topan con inmensas rocas
que estorban su faena titánica, entonces,
con mano ulcerada empuñan el barreno,
con denuedo comienzan a perforarlo,
con esmero colocan mechas de dinamita.
Se guarecen en la quebrada.
Por un momento, reina un tímido silencio.
Surge de pronto el sonoro y estruendoso sonido.
Del impenetrable y alejado barranco
regresa el ruidoso y enronquecido eco.
El resultado, son los expandidos túneles.
Por aquel canal deseado por largo tiempo
y apreciado por toda la población,
la impoluta y mansa agua
a través del inexorable paso del tiempo
desfilará con ilimitada dulzura.
El Pichuychanca
Chiquian, Huaca Corral 12 de agosto 2018
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