viernes, 15 de enero de 2016

Crónicas y costumbres de mi tierra

 


Nubes remangadas, finas y vidriosas, flotan sobre el pico de los cerros. Las rutilantes estrellas, que adornan el vasto cielo oscuro, titilan moribundas. En aquel espacio, reina una envidiable quietud. De pronto, se asoma el sol y los bermejos rayos se desploman sobre la cabeza de los primeros habitantes que realizan labores cotidianas desde tempranas horas de la mañana.   

El virtuoso panadero se levanta apenas se manifiesta el alba que derrota a la penumbra de la noche. El cesto redondo de carrizo que contiene los variados panes de la primera hornada, tapado con un impecable mantel blanco, lo traslada, sobre el vigoroso hombro la cerviz y la columna encorvada. Bufando, anda con pasos urgidos, por la calle, quieta y estrecha, desde el horno artesanal a la panadería. Las personas, al atravesarse en su camino, perciben los diferentes y provocativos olores del pan de piso, crocantes cariocas, el pan de punta en la forma de un rombo, el dorado biscocho, las semitas (pan de trigo y de maíz) y las estilizadas rosquitas. Al llegar a su destino, la tienda, lo deposita en la dilatada vitrina. Un pelotón de clientes de una mixtura de edades, tiritando de frio, aguarda en orden, uno detrás de otro, para adquirir el pan odorante y caliente de la panadería de su preferencia.  

La Señora Filomena, guapa, de estatura mediana tez blanca de cabello castaño, ondulado  y largo, al medio día, bajo los rayos agudos del sol, anda por la estrecha calle, 3 o 4 veces por semana, vendiendo de casa en casa, —a los que habían hecho su pedido con debida anticipación— las deliciosas empanadas, el rico alfajor y los exquisitos panes de maíz y trigo. Todos estos nutrientes tenían un particular y encantador gusto que hasta los mismos hábiles panaderos le pedían con suplicas con el fin de que les provea su fórmula secreta.

Durante el día, las personas realizan diferentes actividades. Por el solitario y declive camino, el asistente del ganadero arrea las acémilas que sobre su  pertinaz lomo transporta el par de porongos lleno de leche fresca, ordeñada a primera hora del día con el fin de llevarlo a la quesería artesanal del señor Meza, otros para distribuirlo hasta el mediodía a la persona que solicitaba este divino alimento ancestral. En el libro de Geografía, emitido por el Ministerio de Educación, allá, por  la década del  60 y 70 del siglo pasado, reseñaba que, uno de los mejores quesos a nivel nacional, se producían en CHIQUIAN. Hasta hoy en día. 


El pastor, de rostro purpúreo, aun soñoliento, aguijoneando al ganado, caprino y lanar, lo traslada a lugares distantes del pueblo en busca del fresco alfalfar y de plantas silvestres para su oportuna alimentación. Marcha por el camino, cuesta arriba, cuesta abajo. En el trayecto, observa que en los bordes del sendero creció la penca, vizcaína y el maguey. Árboles balsámicos como el eucalipto, el cedrón, el ciprés, así mismo, el aliso, molle y capulí. Entre las piedras de la tupida pirca se halla erguida la planta aromática como la muña, menta, toronjil, yerba buena, chinchu, ruda y, la fruta silvestre de llamativo color y sabor como el muchiqui, shuplac, ñupu, capulí.

El campesino anónimo marcha ataviado del tradicional poncho, la bufanda y el sombrero para cubrirse de la fría temperatura de la madrugada. Además, se provee de una pikcha (bolsita de tela) colgado del tenaz hombro, donde salvaguarda el puro (poporo), depósito de cal, adornado de figuras enraizadas del Perú milenario, lleva además, la milenaria hoja de coca y el aromático cigarrillo nacional. El labriego arrea las tremebundas yeguas que cargan sobre sus nervudos lomos, la imperiosa azada, el arado y el yugo. Transitan por aquellos senderos para ir a emprender su esforzada jornada. De la chacra, voltea la prolífica tierra humedecida por la lluvia o previo riego. Abre el respectivo surco y debajo de él, con aplicación, siembra la semilla guardada, con celo, de la cosecha anterior, ya sean estos, de la papa, maíz, trigo, oca y la quinua. A su debido momento, luego de haber transcurrido un breve tiempo, extrae de los surcos las malas yerbas crecidos alrededor del floreciente verde capullo. Por los rededores de la chacra y el camino, los hábiles pircadores, con esmero y voluntad, reparan o construye nuevas pircas.            

La naturaleza ha sido munífica en regalarnos los más bellos panoramas que rodea a este bello pueblo, Chiquian. Cuando la estrella del día emerge por la cumbre del señorial nevado del Yerupajá, su luz amarilla tiñe de rosa y dorado al pico de los inconfundibles cerros. La  escena es maravillosa. Contemplar el singular cerro de Capilla Punta, que cobija sólidos restos arqueológicos en su cresta, de sus flancos aflora las llamativas cascadas de Putu y Umpay Cuta. El agua, diáfana y rumorosa, atraviesa el verdoso declive de Racran y Umpay. Las faldas de Oro Puquio, Cochapata y Parientana además de poseer tierras fértiles, que aplaca al celoso agricultor, está dotado de humedales donde emerge el remoto y sustancial manantial de agua fresca y cristalina.       

Por el extendido y vistoso valle de Aynin fluye serpenteante el rio y en sus reverdecidos bordes se localizan los fundos de Cutacarcas, Obraje, La Florida, Coris, Timpoc y Quisipata. El valle de varios kilómetros, desde su origen hasta su desembocadura, tiene un sin número de microclimas. Es un encanto estar en estos parajes maravillosos. Del mismo modo, las propiedades, sementeras y fundos de Pacra, Chinchu Puquio, Uyu, Común y  Pashpa, es alimentado por  el alegre riachuelo  poco profundo, de agua serpentina y quebradiza, que en su curso van hendiendo las quebradas. De una de estas hondonadas, de repente irrumpe dentro de la copiosa floresta, la hermosa cascada de Usgor de agua hechicera.     


Al inicio y al final de la temporada de lluvias, de noviembre-abril, de cualquier lugar que uno se encuentre, repentino, surge ante nuestros ojos el atractivo fenómeno natural sobre la Cordillera de Huayhuash, el arcoíris. Es un marco mágico como salido de un sueño, que,  engalana el panorama de aquel pueblo seductor. En espléndido día domingo, de viento apacible y reconfortante, familias  enteras van al campo a disfrutar, al aire libre y sobre el pasto fresco de Chivis, Tranca, y Usgor, de un delicioso y típico almuerzo de la zona,  contemplando los dignos y pasmosos nevados con sus más de 6 mil metros de altura, vigilante e imperturbable a través del tiempo. EL Yerupaja y la Cordillera de Huayhuash.

En este pueblito mágico, se podía reconocer a las personas de heterogéneos oficios como los  negociantes  de abarrotes, al talabartero, peluquero, ganadero, agricultor, tejedor, sastre, boticario, carpintero, albañil, transportista, músico, otros dedicado a la elaboración del sombrero tradicional de la zona, todos ellos con un alto sentido de puntualidad y responsabilidad. Por otra parte, también era conocido el empleado público: del Ministerio de Agricultura, Ministerio de Transportes y Comunicaciones, Electro Perú, Sedapal,  Banco de la Nación, la Municipalidad, la Prefectura, la Comandancia de la Guardia Civil y la Posta Medica. Aún más, se reconocía al excelente profesor, en su mayoría procedentes del mismo pueblo que laboraban en los Centros Educativos como el Jardín ubicado a media cuadra de la plaza de armas, y de las  escuelas de primaria como el histórico N° 378 ubicado en el Jr. Comercio local afectado por el terremoto que tuvieron que trasladarse al final de Jr. Tarapacá. La escuela N° 351 situado en Alto Perú con un plano y una infraestructura muy avanzado de su tiempo, flanqueado de perfumados cipreses, con 4, 5 amplios patios. En la pared, de cada salón, se podía observar representaciones e imágenes de magníficos lienzos de nuestra historia, como el de la época Pre inca, Inca, Colonial  e Independencia. Además, esta escuela, contaba con el primer coliseo y 2 piscinas, uno para niños y otro para los de mayor edad. La Aplicación, emplazado en el Estadio de Umpay, con salones prefabricados y la floreciente escuela de Don Josué, establecido en el barrio de Tranca camino al panteón, todos ellos de varones. La escuela de mujeres se les conocía por los exclusivos colores y detalles de los intachables y relamidos mandiles. La escuela de mandil azul y cuadradito, estacionado al pie del estado de Jircan y el mandil blanco ubicado en la Plaza de Mayor. Tres colegios de secundaria; dos de ellos de varones, el Colegio Coronel Bolognesi (CCB), situado en sus inicios en el Jr. Leoncio Prado, luego será trasladado a Parientana y el Instituto Nacional Agropecuario. (INA) instalado en la colina de Mishay. El de mujeres, el Colegio Santa Rosa de Chiquian apostado en el Jr. Comercio, luego sería trasladado al estadio de Umpay por el desastre natural, terremoto de 1970, que afectó la infraestructura del local. Por último, Chiquian, contaba con la NORMAL. Institución educativa superior, en la formación de profesores de nivel  primaria. Arraigado en el Jr. Comercio camino a Umpay.


El poblador, en general, recorre presuroso a su centro de labor o de estudio por las calles empedradas, barrida a primera hora de la mañana. No había ciudadano, profesor o alumno, que no dejaban de saludar. Saluda con cortesía, ¡buenos días! y la respuesta era inmediato, ¡buenos días! ¿Cómo está, como amaneció? Así de respetuoso es la persona  con el que se cruza en su camino…

Chiquian de siete calles angostas y empedradas, que van de sur a norte, tres de ellas, se consideran como las principales, 28 de Julio, el Comercio, Dos de Mayo, el resto es de menor longitud como el Jr. Bolívar, Ayacucho, Junín…Estas calles nacen en Oro Puquio, Racran, Umpay y Lirio Guencha, terminan en el barrio de Quihuyllan. De este lugar se puede observar el hermoso valle de Aynin, el nevado de Tucu y el cerro de Yauca Punta. El resto de calles cortas, finalizan en  Alto Perú, Tranca y Cruz del Olvido. 

En la época de lluvia la calle 28 de Julio, denominado Venecia,  de entre todas las demás, es la que resalta. Por esta calle fluye el agua que cubre de lado a lado hasta el ras de la estrecha vereda. Parece un amplio riachuelo rumoroso y navegable. Lleva arena y piedra de todo tamaño según la fuerza de su cauce e impide el paso a los peatones. Con tiempo, unos compran las botas de jebe y, de algunas tiendas, el noble dueño, coloca una larga tabla de una acera a otra, parece un puente colgante, con el fin de facilitar el paso trémulo de la persona, sorprendida por el torrencial aguacero, en su trayecto al trabajo, a la escuela o al retornar a su domicilio. También era el momento propicio para los impúberes inquietos, armar los barquitos de papel de todo tamaño y desafiar al oponente de quien llegaba lo más lejos posible. Del mismo modo, llega el tiempo de Jugar a las garrochas. 

Un pelotón de eufóricos adolescentes, de distintos barrios, con el rostro encarnado llegan a esta calle con la garrocha en le mano aterida. Todo ello para desafiar la ley de la gravedad, la lluvia y al riachuelo que se había originado desde la cascada de Umpay Cuta. Los  agitados púberes ven con singular atención el caudal de agua, miden el espacio, tantean el fondo del riachuelo, el lugar exacto y seguro para plantar la flexible garrocha al momento de saltar de una orilla a la otra. Uno de los traviesos, de ojitos saltones, concentrado en el punto elegido, empieza a correr y correr con la garrocha en la mano encarnada que lo planta en el lugar preciso, elevándose, veloz, como una pelota lanzado por el arquero, surca por el aire con el mechón erizado, cumplido su faena,  grita eufórico por haber logrado el desafío. Pero también ocurre lo contrario. La existencia está hecha de contrarios. Otro niño retozón, esta vez, desafortunado, por error de cálculo o la garrocha no resiste el sobrepeso, sucumbe, empapándose en medio de aquel efímero riachuelo de agua helada, causando más risas que susto. Cerca, otra bandada de chicuelos, con los liliputienses pies sobre los tarros (especie de zanco) adheridos con resistente hilo y sostenido con sus pequeñas manos lívidas, arriesgándose y  vacilantes, surcan aquel riachuelo formado en la calle 28 de julio.    


Por las arterias principales atraviesan de Oeste a Este trece calles que se originan en Umpay, Lirio Guencha, Parientana y Jupash, todos ellos colindantes con la prolongada vía Santa Rosa. Al recorrer por esta avenida, se puede contemplar el bello panorama, los cerros y nevados que están al lado opuesto. Estas calles acaban en los barrios y lugares de Alto Perú, Tranca, Chivis, Jircan, Cruz del olvido y Oro Puquio. Al final de la calle Figueredo se encuentra el Campo Santo donde descansa, a perpetuidad, el cuerpo de los antepasados y familiares cercanos. Cada año, en el día de los muertos, se lleva coronas de color negro, morado, blanco, elaborado con anticipación y puntualidad por la Srta. Dolores Aguirre Novoa; acompañados de flores y rosas. Don Juan Jaimes y Julio Alvarado, uno con el afinado violín y el otro, en la mano, con un viejo libro de responsos fúnebres, son requeridos por los familiares de los difuntos para ejecutar melodías y coplas dolientes. 

En el Barrio de Jircan; se encuentra el histórico y nostálgico estadio con el mismo nombre. En este recinto, desfilan los equipos tradicionales como el Club Atlético Tarapacá, Sport Cahuide, Alianza Chiquian y el Sport Jaimes, dejan huella en la historia del futbol chiquiano, cada uno de ellos con excelentes jugadores. Aparecen, de manera fugaz,  equipos como el BI, Adelante Juventud, Los Heraldos Negros, Estrella Roja y los Intocables que aportan destacados deportistas. En la época de vacaciones o cuando los torneos de futbol estaban en receso, este nostálgico estadio, se colmaba de jugadores, amantes del futbol, que compartían ciertos espacios, según las edades. Los mayores escogían el mejor lugar y en ese orden los  pequeñitos jugaban en un espacio donde más relucía el cascajo que la tierra misma, aun así, se compartía momentos de camaradería unión y diversión. De Este a Oeste aparecían los arcos hechos de longevos palos. Que tiempos dorados del futbol Chiquiano.  En este espacio, también se celebraba el tradicional Huerto de Judas en donde se podía degustar las comidas típicas del pueblo y la fresca leche ordeñada y hervida en los calurosos fogones. 

Cruz del Olvido, a 200 metros del cementerio descansa una enorme piedra en la forma casi perfecta de un cuadrado, se usaba con el propósito de dar el póstumo responso del difunto. Santa Cruz y Oro Puquio, atesoran y conservan las hermosas calles empedradas. Las casas de relucientes balcones, ventanas y puertas medianas con tejado rojo, reflejaba un pueblo tradicional y mágico adornado con un matiz único y atractivo, constituido a las características de su gente  que sobresale por su variada actividad como en el arte de la música, danza,  educación, deporte, costumbres, en suma un alto grado de cultura aun por encima de las dificultades políticas y sociales. 


En la Plaza Mayor, se ubica el teatro, el más notable de su época y de la Provincia de Bolognesi o quizás de la misma región de Ancash. Teatro pequeño y placentero,  de donde los espectadores, de la platea inclinada, sobre sillas estables y levadizas, del mismo modo, de los corredores ubicados a los costados de la platea, de pie y, de una galería siempre bulliciosa, podían observar con suma comodidad los mejores eventos de teatro y cine. 

En la Plaza, también se halla el baratillo, lugar donde se preparan deliciosos jugos, se expenden las mejores frutas de la zona. La Comandancia de la Policía Nacional y al costado  el centro penitenciario que tenía un espacio donde los reos jugaban fulbito con los custodios. La iglesia con paredes de  metro y medio de ancho con pasillos estrechos manando aromas a tierra pretérita que conducen, cuesta arriba, hasta las imágenes del altar.  El sacristán, con esmero, colocaba los respectivos cirios, luego encenderlos  en las homilías principales. La torre de la Iglesia era de tres pisos y acogía las campanas de variados tamaños que doblaba cada quince minutos de manera pausada y rítmica, que se oía hasta los últimos rincones de Chiquian, anunciaba, de esta manera, la puntual asistencia para la celebración de la misa.   

A tres cuadras de la Plaza, en el Jr. Dos de Mayo, se ubica el mercado. En aquel lugar se expenden las verduras frescas, y la  comida típica. El pescado fresco, el más requerido y deseado, el bonito, traído de Barranca. Los Señores/ras que venden comida y verdura junto con los comensales y clientes, en tiempos de carnaval, acompañados de una multitud de personas, marchan en busca de un aparente árbol, una vez elegido, cortado y cargado sobre heterogéneos hombros, todos con jolgorio, regresan por el camino y las calles del pueblo entonando la tradicional canción, al son y compas de… He venido desde lejos / anunciando carnavales… / Esta será o no será / la casa que yo buscaba / tal vez vengo muy errado / con el polvo del camino…

El árbol, vestido con sorpresas y frutas de temporada, es plantado en el centro del mercado. Mientras se forma la ronda alrededor del monte, las parejas, uno al otro, se enguirnaldan alrededor del cuello con la serpentina de diversos colores, se pintan la cara con el talco perfumado. Tomados de la mano, bailan con garbo, cantan en coro y con entusiasmo. El estoico monte al centro, una vez más, espera los primeros hachazos. Entre tanto cantan…Arbolito de manzana / que bonito vas creciendo / si supieras para quien creces / al momento….

La pareja, hacha en mano, baila en torno del árbol, con prosa y gracia, los que están en el ruedo, de igual manera, ronda con algarabía, danzan y cantan, a todo pulmón y a una sola la voz. Llega el momento de cortar el árbol. Por otro lado, niños fisgones de rostrillo  cárdeno, observan con tal atención, esta fiesta popular del pueblo. Pasa los minutos y esperan con ansiedad que se desplome el monte para coger, si tenía buena fortuna,  una o más frutas o la sorpresa que pendía de las copiosas ramas del árbol tumbado en el ceniciento suelo.  


Chiquian predominantemente religioso y católico, la feligresía, celebra la Semana Santa  con intensa devoción. La ceñida calle el Comercio cambia de porte, obteniendo una atmosfera muy especial, poco más o menos paradisiaco y, es que, en ambas aceras, a partir del barrio de Quihuyllan, amanece emperifollado, en representación del Olivo, con ramas aromáticas de variados árboles y plantas, traído muy temprano y con afán, de los rededores del pueblo y del campo, por entusiasmados feligreses. De este lugar, comienza el peregrinaje de Jesús, en los lomos de un asno lozano, ataviado e inmaculado, hasta la entrada triunfal, la iglesia. 

El nublado día de jueves santo a las tres de la tarde, la iglesia  está repleta. La mayoría de las damas, por no decir todas, se visten de luto y el velo negro cubre el rostro de congoja. Era viva la fe de cada uno de los presentes. Cuando ven la escena doliente de la crucifixión de Cristo sobre el alto y grueso madero, abordado por seis Santos Varones, de sus ojos brotan lágrimas que resbalaban sobre sus  semblantes como si fuera su propio dolor. Las emisoras que llegan por la frecuencia  am, emite música sacra todo el día. 

El viernes, a las tres de la tarde, los Santos Varones, con singular atención, quitan los picudos clavos. Luego, con prolijidad acomodan el cuerpo de Jesús en el Santo Sepulcro colocado sobre una Anda adornado con llamativos montes. Por la noche sale en letanía seguido por los fieles desconsolados que alumbran con cirios de diferente medida, hecho con paciencia, por don Julián Soto. Pausado, detrás y delante del Santo Sepulcro, va la muchedumbre escoltando al compás de una quejumbrosa marcha fúnebre ejecutada por una banda de músicos. Los Santos Varones, todos ellos ataviados de túnicas y turbante blanco, con una fuente entre sus ateridas manos cubierto con un mantel del mismo color se acercan a los fieles pidiendo una limosna en todo el trayecto de la procesión, hablando de esta manera: “Una limosna por el santo entierro de Cristo y en la  soledad de María”.  

En el mes de Mayo se celebra la fiesta de Señor de Conchuyaco, Cuya imagen se encuentra empotrado sobre una peña, rodeado de arbustos en la quebrada del mismo nombre, ubicado a unos 3 Km. de Chiquian. Antes de celebrar los rituales en el mismo lugar, el día central, los mayordomos encargados de esta festividad religiosa, en la víspera, irán por las alegres calles empedradas y sombrías, visitando a los demás funcionarios,  acompañados de los elegantes danzantes de los negritos donde bailarán con garbo y gracia.   

El Pichuychanca                        

Chiquian,   16 de enero 2016 




 

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