viernes, 17 de mayo de 2024

La luna danzando sobre el Yerupaja



Bajo el mes ardoroso de julio, el sol, que resplandece en el cenit, deja moribundo a los milagrosos manantiales que en la pasada estación lluviosa, el agua, inquieta y serpenteada, marchaba desenfadado y alegre por su cauce formado hace cientos de años, causando un  placentero y  sublime susurro al oído. A los otros lánguidos puquiales los exprime, los seca sin misericordia.  

En mi peregrinaje por senderos desiertos y de periferias calladas, el fogoso sol del mediodía me mortifica, me sofoca, me deja sin aliento. Pero que importa eso, que importa, solo me importa disfrutar de mis fervientes ensoñaciones y contemplar con los ojos arrobados de ternura el lindo, augusto  y apacible paisaje que envuelve a la entrañable patria chica, Chiquian, cedido por la generosa Madre-tierra, lugar donde mi madre me parió.

Sin prisa, ha llegado  el sosegado  atardecer. Percibo el frescor del viento arrullador que pasa raudo besando mi cuerpo empapado de sudor. En el abrumador estío de Julio los punzantes y lacerantes rayos del sol, sin perdonar, se desploman de modo gradual y constante sobre los campos que  reverdecieron gracias a la desprendía lluvia de los meses de noviembre a abril. Ahora, en estos días de ardiente calor, lo va transformando en vastas alfombras amarillas para lástima de los hombres y mujeres que se dedican con estoicismo a la ganadería y a la agricultura.

Al ritmo del lento ocaso del sol, sólo y en este melancólico atardecer, ando debajo de la suave penumbra de los lugares mágicos de Caranca y de Chicchog. Ya cerca de las 7 de la noche, mis ojos negros, opacos por las tinieblas del momento, de súbito, observan encandilados de cómo la luna, el lunar plateado del cielo oscuro, paso a paso, se  asoma  con gracia, gozo y armonía sobre la inabordable cima albina del Yerupaja como si estuviera danzando al compás de un sonoro y alegre pasacalle.

De regreso por la muda carretera derrotero a la antigua y cálida morada, ya, a la entrada de la noche clara, escoltado de una constelación de luminosas campanillas, agotado de placer espiritual, con el corazón henchido de júbilo de vivir tan hechicero momento, he sido tocado por los dedos misteriosos de la munífica Pachamama.

El Pichuychanca.
Chiquian 13 de julio 2022

Y... resultaron estas fotos. 

Percibo el frescor del lindo atardecer.



La luna, lunar blanco del cielo oscuro, coqueta se asoma sobre la cumbre del Yerupaja. 







De regreso del mirador de Caranca y Chicchog,  7 de la noche, la generosa luna con su luz plateada me acompaña en mi andanza solitaria.



Mi llegada al Zócalo, 



El Pichuychanca

Chiquian, Caranca, Chikchog, 13 de julio 2022



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