Chiquian. Sentado en una de las bancas, frente de la pileta de la placida Plaza Mayor, disfruto de un reparador descanso de la quietud del mediodía. Percibo el frescor del suave viento. Contemplo la bucólica orilla, la asfaltada y bifurcada acera por dónde, de vez en cuando, circulan personas de heterogénea edad. Aprecio a los 4 longevos árboles que sisea con cierta pereza. Aquí, en la lejanía, considero a los antiguos senderos construidos por los aplicados ancestros, a la cima de los vigilantes y disimiles cerros que adornan a la patria chica amada. En estas circunstancias de total abstracción, de repente, se presenta la repentina llovizna vernal que a lo lejos se parece a una cortina transparente. Entonces, sin dudar, presuroso, corrí a la centenaria glorieta para cobijarme bajo su munífico techo.
Hoy, 15 de setiembre 2021, en este nostálgico lugar, de pronto aflora mi vivencia infantil y de mi memoria resucitan las amenas e interminables tertulias que oía de alegres y avispados jóvenes, de los adultos de rostro discreto y de personas mayores de andar pausado, unos irascibles, otros pacientes, cada uno de ellos, con voz singular, matizada.
En tardes serenas de cada fin de semana o en ocasiones especiales, cuando en pleno declive de la luz del sol, ambarina y oblicua, aguijoneaba las paredes y la cima albina de la seductora cordillera y al manto limonado de los arcanos cerros, hollado por el estío primaveral, los jóvenes tertulianos se reunían con puntualidad, alegrando la Plaza con sus chillonas y cambiantes voces de infante a adolescente.
Los tertulianos adultos y mayores, uno y otro de temperamento plural, ataviado con el vestuario típico de Chiquian y de toda la provincia de Bolognesi —el poncho habano pendido del hombro, el sombrero, la bufanda— uno tras otro, puntual, a la hora exacta, se acercaban a la acogedora glorieta como si acudieran a un centro de trabajo.
En este dulce y silente espacio, para ese entonces, conversaban sobre temas de actualidad. Yo, a los 8, 9 años, atento, apreciaba estas sesudas tertulias. Sin embargo, cuando el debate se tornaba discrepante, antagónico, veía, sorprendido y apasionado, los gestos que se lanzaban uno y otro tertuliano. Con el rostro colorado como un tomate, levantaban el brazo con el objetivo de señalar con el dedo índice a su oponente, y miradas conciliadoras de otros. Estas reuniones, amenas y acaloradas, se llevaban a cabo en veladas noches de cielo claro sembrados de titilantes luceros, acompañado bajo el lunar blanco que alumbraba y ataviaba con su luz argentada a la rumorosa pileta, a la florida rosaleda, a la torre de la iglesia, a las mudas calles y a la misma glorieta centenaria.
Mi remembranza infantil fluye alborotado de gratas y sonoras retretas de divinas melodías ejecutado por una filarmónica banda de música que, en tarde fría, cerca de la oscura noche, embriagaba el espíritu de los asistentes. Incitando a bailar a las parejas con cadencia y garbo. Y entre mis pensamientos cavilaba "¿Por qué no recurrir o recuperar esta vieja tradición uno o dos veces por mes para alegrar, en apacibles noches, el espíritu de toda la población?"
En esta centenaria glorieta; recuerdo haber oído a encumbrados oradores, proclamando con gestos de aliento y convencimiento célebres discursos sobre eventos políticos, sociales y culturales. A solistas y orquestas de nuestra localidad, en plena juventud, interpretando hermosas canciones, vibrantes y rítmicas composiciones. En los días festivos del calendario anual, oír a los alumnos, ataviados con pulcritud, declamando con voz estentórea hermosos poemas.
Continuando con los usos y costumbres del pueblo, el 4 de setiembre de cada año, el día de las elecciones, los flamantes funcionarios, con fe y lealtad, se aproximan a la octogonal glorieta y frente a la imagen de la Santa Patrona y de la ansiosa muchedumbre, ávido de buenas nuevas, con el fin de estampar su firma en el registro de funcionarios y ante la autoridad competente, se comprometen de manera voluntaria y con responsabilidad de realizar la próxima fiesta patronal Santa Rosa de Lima, patrona de Chiquian, qué, a partir del año 2018, es reconocido y denominado cómo Patrimonio Cultural de la Nación, título que debe enaltecer a todo ciudadano chiquiano y bolognesino.
Se ha logrado obtener esta distinción honorífica, gracias al arduo trabajo de investigación, de esta solariega costumbre, por la insigne Casa de la Cultura de la Provincia de Bolognesi Chiquian. A partir de la fecha de haber sido nombrado como tal, en adelante, debe ser celosamente cuidado y resguardado por toda la comunidad chiquiana y bolognesinas desde el inicio hasta la culminación de la fiesta de cada año.
El Pichuychanca
Chiquian, Plaza Mayor, 15 de setiembre 2021
De este histórico lugar de manera espontánea surgieron estas fotos.