Por diversas razones o necesidades nos vemos forzados a migrar a otros lares, sin embargo, el retorno a la patria chica querida siempre está latente. Del dulce hogar salí a los 15 años. A pesar de haber estado separado de la tierra por largos lustros, donde vi la luz por vez primera, el apego especial por la querencia al suelo natal siempre hubo una fuerza misteriosa que me empujaba a visitarlo.
Esa fuerza no comprendida me estimuló a visitar las huellas tanto de la infancia como de la adolescencia .estampada en la calle anegada, en el camino desierto en noche clara donde la luna resplandecía en el prado bañado de rocío, sin presagiar mi destino. En un abrir y cerrar de ojos ya me encuentro en este pedacito de cielo, Chiquian.
La memoria otoñal retrocede esta reencontrarme en la flor de mi vida. En seguida, recuerdo el patio, el jardín, compartido por la gestora de mis días y mi tía, relucían como un pequeño edén. Era un manto multicolor de rosas y flores de donde saltaban embriagantes aromas. El corazón de cada hermana era un pozo infinito de querencia por estas bellas floras.
Frente al desamparado zaguán, antes de abrirlo, mi corazón estaba como un puño, Un absoluto silencio corrió de la entrada del angostillo a la vivienda. Al desplegar los brazos de la morada casi abandonada, fue como un holocausto ver el vergel cubierto, por completo, de mala yerba. En un santiamén, imaginé que las preciadas rosas habían desaparecido para siempre. En seguida, se asomó la lóbrega noche y el cielo oscuro fue adornado de escarchas parpadeantes que empezaban a centellear.
Recordando las faenas de las jardineras, Luz y Lidia, afanoso, me eché a arrancar las arraigadas yerbas que causaban malestar y no le dejaban crecer. Para mi dicha, vi que surgía el maltrecho tallo de las rosas. De inmediato, me puse a podar y regar la rosaleda. Cada mañana esperaba con mucha paciencia ver un botón…
A su debido tiempo, de cerca las dos decenas de plantones, manaron policromos pimpollos adornando el jardín como antes fuera. En el alba, que precede al nuevo día, amanecen relucidos rocíos encima de los divinos pétalos, veo en ellos, como lágrimas alegres de mi madre y mi tía.
El pichuychanca
Chiquian, calle Tarapacá, 16 de mayo 2021
El Pichuychanca
Chiquian 2020
Foto archivo.
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