viernes, 29 de noviembre de 2024

Oda a la lluvia


Chiquian. Nubes cargadas de agua.

Oda a la lluvia


En el invernal ocaso
densos nubarrones,
cual tortuga andando,
cubre el endrino cielo
del pintoresco pueblo.
Sobre el remoto rojo techo,
sobre la rosaleda florida,
sombras sombrías lanza.

El labriego de andar erguido
con el pecho alborotado, 
de pie, sobre el campo fecundo, 
divisa dichoso con anchurosa sonrisa
cómo el húmedo y eterno viento,
ondea cual olas del mar marino
el florecido maizal,
el florecido trigal
a cosechar pronto.

      
En ondeante travesia
por abruptos barrancos
rebosados riachuelos fluyen,
estruendosas cascadas fluyen.
De esmaltadas cimas
de pródigos cerros,
de su munífica entraña, 
manan milagrosos humedales
forjando manantiales, cantarinas.
 
En el rejuvenecido campo,
de opulenta esmeralda floresta,
retozan felices los pajaros cantores.
De la benévola vaca rumiante,
de fresco pasto alimentándose,
su generosa ubre obesa
abundante leche posee.

Ocurre esto, gracias
a la rumorosa lluvia
cual perla cegadora,
descendiendo dichosa
de arcana negra nube,
salpica gozosa y garbosa
sobre apacibles arterias,
sobre sedientas praderas.


Andando y andando
por calles amistosas,
por senderos mudos,
por vastas llanuras,
el lugareño risueño,
el labriego de buena sepa,
se embriagan de placer
por las sementeras
que reverdece fastuosa.

El Pichuychanca.
Chiquian, Huancar, febrero 2020

Hirsutas nubes, anunciando la venida de generosas lluvias.








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