![]() |
Chiquian. Vista panorámica |
Es
el monumento a Zoya.
Zoya
Kosmodemiánskaya estudiaba en una escuela moscovita. Cuando el enemigo se
acercó a Moscú, ella se sumó a un destacamento guerrillero. Cruzó la línea del
frente y se adhirió a los vengadores del pueblo. Mucha gente de los alrededores
de Moscú combatía entonces a los nazis.
Zoya
era muy estimada en el destacamento. Con valentía soportaba todos los
sinsabores y las dificultades de tan peligrosa vida. Llevaba el apodo de
“Tania”.
En
el poblado de Petrischevo se acuarteló un numeroso destacamento hitleriano. Por
la noche, Zoya penetró en el poblado, cortó los cables telefónicos e incendió
las casas que ocupaban los nazis. Dos días después, volvió a entrar en el
poblado, pero los alemanes lo detuvieron.
La
interrogó el propio jefe de la división, el coronel Ruderer:
---¿Quién
es usted?
---No
se lo diré.
---¿Usted
incendio las casas?
---Sí,
yo.
---¿Con
qué fin?
---Con
el de exterminarlo a ustedes.
Comenzaron
a golpearla, exigiéndole que delatara a sus compañeros, que dijera de dónde
había venido y quien la había enviado.
“No.”
“No sé” “No se lo diré.” “No”, respondía ella.
Volvieron
a golpearla.
Por
la noche, siguieron torturándola. Casi desnuda, en paños menores y descalza, la
sacaron a la intemperie y la obligaron a caminar por la nieve.
De
nuevo la interrogaron:
---¿Quién
es usted?
---¿Quién
la ha enviado?
---¿de
dónde ha venido?
Zoya
no contestaba.
A
la mañana siguiente, la llevaron a la plaza de la aldea. A viva fuerza,
condujeron hasta allí a los campesinos.
Arrastraron
a Zoya hasta la horca, la obligaron a subir a un cajón y le echaron la soga al
cuello.
Se
aproximaba el último minuto, el último instante de vida para la joven. ¿Cómo
aprovecharlo? ¿Cómo ser combatiente hasta el final?
El
jefe nazi se apartó para dar la orden. Levantó la mano, pero se detuvo, pues en
ese momento uno de sus secuaces lo enfocó con una cámara fotográfica. El jefe
se enderezó y adoptó un aire de solemnidad… para que la foto saliera mejor.
De
pronto…
---¡Camaradas
no teman!--- se oyó la voz de Zoya ---¡Tengan valor! ¡Luchen, zurren a los nazis,
quémenlos, acósenlos!
El
nazi que estaba a su lado quiso golpearla, pero ella lo rechazo con un
puntapié.
---No
tengo miedo de morir, camaradas- decía Zoya. –Es una dicha morir por mi pueblo.
Y
volviéndose a sus verdugos, les gritó:
---¡Somos
doscientos millones! ¡No podrán colgarnos a todos! ¡Venceremos!
El
jege nazi se estremeció. Con un brusco gesto, dio la orden…
En
la carretera de Minsk, a ochenta y cinco kilómetros de Moscú, hay un monumento
a la heroína Zoya. Allí siempre llegan peregrinos a rendirle homenaje, a
traerle flores. El monumento tiene por fondo el infinito azul, Las vastas
extensiones de Rusia.
Extraído del libro:
Cuentos de la historia Rusa.
De: S
Alexéiev.
El Pichuychanca.
Chiquian, 15 de marzo 2022
No hay comentarios.:
Publicar un comentario