miércoles, 20 de agosto de 2025

La casa


Sombras sobre los tejados. Chiquian.
Las tropas soviéticas avanzaban. A toda velocidad, avanzaba también la brigada de tanques del general mayor Katukov, en persecución del enemigo.
De Pronto, tuvo que detenerse: en el camino a Volokolamsk, junto al poblado de Novo-Petróvskoye, un puente destruido interrumpió el avance.
Los tanquistas apagaron los motores, viendo con impotencia alejarse a los nazis. Alguien hizo fuego contra la columna hitleriana, pero sólo desperdició lo obuses.
-Hay que vadear el río, camarada general- propuso alguien.
El general Katukov contempló el zigzagueante río Maglusha y comprendió que las riberas eran demasiado abruptas como para que los tanques las subieran.
Se puso a meditar.
De pronto, junto a los tanques, aparecieron una mujer y un niño.
-Es mejor que pasen por allá, por frente de nuestra casa, camarada- le dijo a Katukov la mujer. –Allá el río es más estrecho y el declive, más suave.
La mujer guió a los tanques hasta el sitio en cuestión. Apareció la casa en una cañada, donde la pendiente realmente era más suave. Pese a todo, los tanquistas y el general comprendieron que tampoco por allí podrían cruzar sin puente.
-Necesitamos un puente-  dijeron. –Necesitamos troncos, madrecita.
-Hay troncos- respondió la mujer.
Los tanquistas miraron a su alrededor, sin verlos por parte alguna.
-Allí, allí están- dijo ella y señaló su propia casa.
-¿Cómo! ¡Si esa es su casa!- exclamaron los tanquistas.
La mujer miró la casa, a los soldados:
-¡Qué importa la casa! ¡Qué importa un montón de troncos! El pueblo ha perdido mucho más. No vamos a llorar por una casa, ¿verdad, Petia?- preguntó al niño. -¡Desármenla!- dijo después a los soldados. –Desármenla, queridos míos!- Los tanquistas titubearon. Hacía frío. El invierno adquiría cada vez más fuerzas. ¿Qué harían esos seres sin casa?
La mujer comprendió.
-No se preocupen, de algún modo nos las arreglaremos en una caverna cualquiera- y otra vez se dirigió al niño: -¿Verdad, Petia?
-Sí mamaíta- contestó Petia.
Aun así, los tanquistas no se atrevieron.
Entonces, la mujer tomo un hacha, se aproximó a la casa y dio el primer golpe.
-Bueno, muchas gracias- le dijo el general Katukov.
Los tanquistas desarmaron la casa, construyeron el puente y se lanzaron en pos de los nazis.
Los tanques pasaban por el puente. La mujer y el niño agitaban la mano en señal de despedida.
-Cómo se llama usted?- gritaron los tanquistas. –A quien debemos esta buena acción?
-Petia y yo nos apellidamos Kuznetsov- respondía la mujer.
-Pero, ¿Cuál es su nombre?
-Alexandra Grigórievna, y el, Petia.
-¡Muchas gracias, Alexandra Grigórievna! ¡Adiós, Petia
Los tanques alcanzaron a la columna enemiga y la destruyeron. Después, siguieron hacia occidente.
Se acabó la guerra, con sus muertes y tragedias. Se acabaron las alarmas. La guerra se hace cada vez más distante. Pero las hazañas continúan nítidas en el recuerdo.
Tampoco se  ha echado al olvido la que tuvo lugar en el río Maglusha. En el poblado de Novo-Petróvskoye, en la misma cañada, en el mismo sitio en que estuviera la casa de troncos, hay ahora una casa nueva, que ostenta una inscripción: “Para Alexandra Grigórievna y Piotr Ivánovich Kuznetsov, por la hazaña realizada durante la Gran Guerra Patria”. Héroes tanquistas construyeron esa casa.
El río Maglusha corre apaciblemente. En una de sus riveras, se alza una casa con veranda y porche adornados de arabescos en madera. Sus ventanas miran hacia un mundo soleado y pacífico.

Extraído del libro: 
Cuentos de la historia Rusa. 
De: S Alexéiev. 

El Pichuychanca.

Chiquian, 15 de marzo 2022




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