jueves, 14 de noviembre de 2019

Yauca Punta I (narrativa)


Yauca Punta. Este colosal cerro de forma triangular, ubicado en el distrito de Huasta, al otro lado del atractivo valle de Aynin por donde fluye el rumoreante y serpenteado rio del mismo nombre, desde que tuve uso de razón, lo avistaba desde cualquier punto de mi tierra natal, Chiquian, lejano, asombroso, inalcanzable y enigmático. En sus faldas permanece  un lunar terroso e inmenso por el repentino desprendimiento de tierra y piedras, producido por el infeliz terremoto del año 1970. Pasaron un sinnúmero de años para recién conocerlo. 

La Casa de la Cultura de Bolognesi-Chiquian, con denuedo y persistencia, la directiva presidido por el profesor, Aynor García y sus miembros, en común acuerdo en las asambleas de los miércoles de cada semana, invitan e incentivan a la ciudadanía en general a integrarse a esta magna entidad sin fines de lucro para participar, durante el año, en todo lo que compete, de modo indefectible, a eventos culturales y sociales; entre ellos las danzas típicas de la región y nacional. El repiqueteo de la guitarra al estilo Chiquiano y, también, del arpa, que representan los usos y tradiciones de nuestro pueblo. Estas tres meritorias actividades son financiados y coordinado con la Municipalidad del distrito de Chiquian. 

La Casa de la Cultura, ha recibido la donación de obras, de mano de los mismos autores y la generosidad de las personas, en la forma de cuentos, crónicas, narraciones y novelas y la biblioteca ha rebasado su capacidad, aún no se ha podido implementar como es debido y lo mismo ocurre con los interesados que tienen cierta inclinación para el arte de la pintura y declamación, por falta de un apropiado local y los recursos tanto material como financiero.     

La Casa de la Cultura, también está estimulando a la población a propalar y explorar lugares jamás visitados. La Provincia de Bolognesi es singularmente privilegiada por atesorar imponentes nevados. Hondonadas de donde surgen atrayentes cascadas. Pueblos que aún conservan sus iglesias coloniales. Cerros enigmáticos en cuya cresta guardan restos arqueológicos, legados por nuestros predecesores, Comarcas con  atractivos y prodigiosos panoramas. Lagunas que almacenan el agua de distintos colores. Es decir, esta institución concientiza y promueve, con entusiasmo, todo lo que concierne al turismo de su jurisdicción.

En una de esas excursiones, para mi fortuna, se llevaría a cabo la primera semana de junio,  el destino designado fue el enigmático e inalcanzable cerro de Yauca Punta. Mi sueño se cumplía luego de dilatados años. La salida estaba proyectada para las seis de la mañana y tuvimos que esperar media hora más porque uno de los miembros de la Casa de la Cultura que fue el primero en llegar, se confundió de vehículo y lugar, que se hallaba estacionado a tres cuadras de

donde partiría la expedición. Cuando el carro se disponía a arrancar, de pronto uno de nuestros viajeros lo vio caminando por la calle transversal, con pasos lerdos y cortos, con semblante pensativo, cavilando: ---“ya se fueron, me han dejado”--- El mismo que lo reconoció y se dio cuenta de su presencia, de inmediato le silbó para llamar su atención, luego le llamó por su nombre diminutivo: ---Anchi-i-i ---Al oír, la mirada que lo tenía enterrado en el piso asfaltado, veloz lo levantó y sonriendo caminó media cuadra, arribando al carro fue recibido en medio de la algarabía y  bromas por no haber llegado a la hora señalada, a lo que contestó: ---Mis nahuis (ojos) ya no distinguen bien, pues ---Haciendo reír a todos los presentes dentro del abrigado carro. El nombre de Anchi es Andrés Allauca Vicuña, natural de Matara, es un hombre bilingüe, habla el quechua fluidamente, bajito, de cara redonda y rugosa, de ojos negros aún vivaces, es cocoso y hablador, cuando va al campo escudriña todo tipo de plantas medicinales. Es curandero y posee ochenta y seis años de edad. A sus años es un incansable andarín y en sus momentos de ocio, es un empedernido bebedor.    

Partimos henchidos de expectativa al ignoto altozano. A través de la ventana, en silencio,  observaba con singular atención el valle, las pocas sementeras sembrados de maíz, trigo  y en cada curva de la asfaltada carretera de pronto se mostraba la admirable cordillera de Huayhuash y tras de ella, se asomaba la luz del sol proyectando sombras lánguidas de los altos y rectos árboles de eucalipto  que monótonos se bamboleaban con lentitud. De este árbol y, de otros tipos, como el aliso, el capulí y el molle, las aves, alzando vuelo y piando, van en busca de su primer alimento para el pichón.

Llegamos al pueblo andino de Huasta. Caminando y avistando por las  ceñidas calzadas empedradas, las paredes de todas las casas colma nuestra curiosidad por estar  pintados de blanco, además, se puede ver representaciones de los usos y costumbres del lugar. Las puertas, las ventanas y los balcones sobresale el color celeste. Es un pueblo bicolor que hace juego con el impalpable firmamento celeste y ariscas nubes blancas. En el zócalo; con su ornamental pileta, los pretéritos árboles frondosos, con las floridas y coloridas plantas, cuidadas con mucho afán, se halla desde los tiempos de la colonia, la hermosa iglesia cuyos vistosos retablos están en la entrada y a la vista del visitante. En esta villa, en uno de los cerros que lo rodea, en recónditas cuevas, se han encontrado momias de la época incaica en perfecto estado de conservación, dos de ellos, se exhiben actualmente en el Museo de Historia de Huaraz.

Del zócalo, marchamos por una de estas expresivas calles hasta el final, alcanzando el inicio del relimpiado e inalterable sendero que nos conduciría al cerro de Yauca Punta. Al principio, el  camino bordeado de eucaliptos, es empinado y ancho por un corto trecho. A medida que caminaba, disimulado, me acoplaba al centro del grupo, pensando en mi fuero interno que en cualquier momento empezaba el camino angosto, no solo eso, sino también, el inmenso precipicio que se logra ver desde Chiquian. 

Debo confesar que sufro de acrofobia, fobia a la altura. Con esta idea, en medio de ellos me sentía algo seguro. En todo el recorrido, entre amenas pláticas sobre el paseo  y paradas para tomar algunas fotos, jamás me acerque a la orilla, en todo momento estaba junto a la falda del inmenso cerro. De este lugar observaba por primera vez, asombrado, un atractivo y diferente panorama de Chiquian. Bordeamos el barranco y pasamos la quebrada por un tembloroso puente que se encuentra encima pero apartado de la cascada que se consigue ver desde Chiquian. El camino se torna más asequible, es llano. Al frente de nosotros, el pico del Cerro de Yauca Punta, aun esta distante. De sus faldas aun verdosas, surgen a lo lejos algunas murallas ininteligibles. 

Un grupo se adelantado. Están trepando el cerro poe EL pétreo camino inclinado surcado de chamizas y vizcaínas. Entre los rezagados se encontraba mi tío Romeo y el señor Andrés. Me quedé junto a ellos, previniendo cualquier percance que fortuitamente podía presentarse. Andrés cargado con sus 83 y seis años caminaba como un joven de 25 Romeo con sus 73 años, no se quedaba atrás. Los tres juntos llegamos a la ceja donde nos esperaban. De esta ceja, al margen izquierdo del Cerro, se puede apreciar, de modo portentoso, el barranco de un kilómetro o quizás más de escalofriante profundidad. Pude observarlo solo por unos segundos. De aquí, de esta ceja, en adelante el camino, cuesta arriba, se encuentra adyacente al despeñadero. Yo caminaba distante, trémulo. 

Cuando avanzábamos, nos íbamos topando con mudas reliquias de murallas de piedras labradas y rectangulares, situados, para nuestra admiración, contiguos al abismo. Con Ever y Zuly, hijo y madre, nos separamos del resto del grupo prosiguiendo el camino por el margen derecho. Ahora, desde lo alto de este lugar, observo pasmado, que, en plena falda empinada, todavía se hallan diseminados y numerosos edificios de antiguas murallas de diferente tamaño, pidiendo auxilio de las plantas silvestres que lo acechan sin piedad. Una vez más, sin temor, confirmo la indolencia humana, sobre todo de las pérfidas autoridades insensatas o por maligna ignorancia, de no salvaguardar el patrimonio que en herencia lo hemos adquirido de nuestros remotos y audaces habitantes de estos extraordinarios lugares. 

Derrotero a la cresta del cerro, encontramos dos hermosas portadas, de uno de ellos se puede observar, mientras el cielo se encuentra despejado, libre de nubes pardas, el adusto nevado de Tucu ¡Maravilloso paisaje!. Cuando ensimismado volví a ver el nevado, producto de la naturaleza desde la portada emblemática, construido de manera fantástica, por los ingeniosos ingenieros, arquitectos y eficientes manos callosas de nuestros antiguos pobladores, me quedé hondamente extasiado. ¡Como lo disfruté! Señores autoridades que esperan para restaurar estos monumentos históricos para promover el turismo en nuestra Región de Bolognesi. ¡Háganlo, pero ya!

Continuamos fisgoneando aquellos insospechados lares hasta situarnos en la misma cumbre del impresionante cerro de Yauca Punta, antes inalcanzable y lejano. ¡Mi sueño se hizo realidad! Por un instante, con los ojos nublados de emoción, conmovido, por primera vez percibía, desde este hirsuto apu, por fin explorado y conquistado, alejado, el hermoso panorama de la tierra natal, Chiquian, incrustado entre inmensos y celosos cerros: Los tejados aun rojos, las cascadas, el estadio de Jircan, la iglesia, los colegios, coliseos y las típicas calles angostas, el canal de Tucu, mi pueblo en miniatura. El viento es apacible. El sol con sus punzantes rayos nos acecha, pero no nos impide vislumbrar con admiración desde esta maravillosa cúspide, de tres mil setecientos MSNM, los cerros de pináculos heterogéneos, vertientes y prados fértiles de Huaca Corral, impresionantes hondonadas y barrancos hasta más allá del pueblo de Pacllón situado en una de las reclinadas faldas de aquellos altozanos. Abajo, por el atractivo y estrecho valle de descomunales despeñaderos, atraviesa el ondeante río con agua torrentosa y rumoreante por los bordes de las chacras de Obraje, la Florida. Coris, Timpoc y Quisipata, hasta desaparecer de nuestra vista. El paisaje es inenarrable. También se observa por el lado derecho el monumental nevado del Yerupaja que es el emblema de nuestra provincia por ser lugar inexcusable de peregrinaje, turismo y por la excelsa belleza que atesora y a la izquierda, el desamparado nevado de Tucu.

Después de una breve y empírica ceremonia de ofrenda al apu de Yauca Punta y disfrutar de un ligero fiambre, nos disponíamos a regresar por la empinada vertiente. Esta vez, cuando descendíamos por los caminos bifurcados, olvidados y escabrosos, las murallas, que lo veíamos lejos, desde lo alto, estaba frente de nosotros y para nuestro asombro, ocultado por la tupida  floresta, inconmovible, sobreviviendo, a través del tiempo. Más allá, se logra ver Infinidad de murallas apartados de nosotros, sus torrecillas reverberan por los ambarinos rayos del sol que inexorablemente se va doblando hasta llegar a su ocaso.  No pudimos acercarnos por falta de tiempo.

Ha culminado nuestra visita, con la promesa de volver pronto. Falta mucho por conocer, por explorar estos lugares de esplendidos panoramas y sobre todo la historia de toda esta zona. Es un motivo más, para que los profesores de historia, conscientes de su especialidad, visiten junto con sus alumnos e inculquen el valor historio de estos importantes y representativos recintos. 

De nuevo, un grupo se adelantado y otro quedó rezagado. Entonces, tomando valor, decidí ir solo por aquel barranco de camino llano y angosto. Sin acercarme a la orilla ni detenerme, con paso ligero, estremecido, llegué a la entrada del atractivo pueblo de Huasta,  Venciendo mi acrofobia. 

El Pichuychanca.                                                

Chiquian, 14 de noviembre 2019

Cerro de Yauca Punta


2 comentarios:

  1. FELICITO TU INTERÉS,POR TU VALIOSA INFORMACIO SERÍA IMPORTANTE INVESTIGAR TODOS LOS MISTERIOS HABIDOS DE YAUCAPUNTA Y SOBRE TODO ENFATIZAR EN LO CULTURAL, ANTROPOLÓGICO Y SOCIAL, CUANTO INFLUYÓ YAUCAPUNTA EN EL ÚLTIMO MILENIO DE NUESTRA ERA, PONLE UNA DOSIS DE LITERATURA E HISTORIA.

    ResponderBorrar
  2. Hola Marco, gracias por tu apreciación y el aporte. No soy historiador ni mucho menos antropólogo, facultades que me llaman la atención. Sin embargo como ciudadanos conscientes debemos propalar toda la gesta heroica de nuestros antepasados en cuanto a su orfebrería, arquitectura, artesanía. Y la primera responsabilidad recae sobre las autoridades. Saludos

    ResponderBorrar