La Casa de la Cultura de Bolognesi-Chiquian, con denuedo y persistencia, la directiva presidido por el profesor, Aynor García y sus miembros, en común acuerdo en las asambleas de los miércoles de cada semana, invitan e incentivan a la ciudadanía en general a integrarse a esta magna entidad sin fines de lucro para participar, durante el año, en todo lo que compete, de modo indefectible, a eventos culturales y sociales; entre ellos las danzas típicas de la región y nacional. El repiqueteo de la guitarra al estilo Chiquiano y, también, del arpa, que representan los usos y tradiciones de nuestro pueblo. Estas tres meritorias actividades son financiados y coordinado con la Municipalidad del distrito de Chiquian.
La Casa de la Cultura, ha recibido la donación de obras, de mano de los mismos autores y la generosidad de las personas, en la forma de cuentos, crónicas, narraciones y novelas y la biblioteca ha rebasado su capacidad, aún no se ha podido implementar como es debido y lo mismo ocurre con los interesados que tienen cierta inclinación para el arte de la pintura y declamación, por falta de un apropiado local y los recursos tanto material como financiero.
La Casa de la Cultura, también está estimulando a la población a propalar y explorar lugares jamás visitados. La Provincia de Bolognesi es singularmente privilegiada por atesorar imponentes nevados. Hondonadas de donde surgen atrayentes cascadas. Pueblos que aún conservan sus iglesias coloniales. Cerros enigmáticos en cuya cresta guardan restos arqueológicos, legados por nuestros predecesores, Comarcas con atractivos y prodigiosos panoramas. Lagunas que almacenan el agua de distintos colores. Es decir, esta institución concientiza y promueve, con entusiasmo, todo lo que concierne al turismo de su jurisdicción.
En una de esas excursiones, para mi fortuna, se llevaría a cabo la primera semana de junio, el destino designado fue el enigmático e inalcanzable cerro de Yauca Punta. Mi sueño se cumplía luego de dilatados años. La salida estaba proyectada para las seis de la mañana y tuvimos que esperar media hora más porque uno de los miembros de la Casa de la Cultura que fue el primero en llegar, se confundió de vehículo y lugar, que se hallaba estacionado a tres cuadras de
Partimos henchidos de expectativa al ignoto altozano. A través de la ventana, en silencio, observaba con singular atención el valle, las pocas sementeras sembrados de maíz, trigo y en cada curva de la asfaltada carretera de pronto se mostraba la admirable cordillera de Huayhuash y tras de ella, se asomaba la luz del sol proyectando sombras lánguidas de los altos y rectos árboles de eucalipto que monótonos se bamboleaban con lentitud. De este árbol y, de otros tipos, como el aliso, el capulí y el molle, las aves, alzando vuelo y piando, van en busca de su primer alimento para el pichón.
Llegamos al pueblo andino de Huasta. Caminando y avistando por las ceñidas calzadas empedradas, las paredes de todas las casas colma nuestra curiosidad por estar pintados de blanco, además, se puede ver representaciones de los usos y costumbres del lugar. Las puertas, las ventanas y los balcones sobresale el color celeste. Es un pueblo bicolor que hace juego con el impalpable firmamento celeste y ariscas nubes blancas. En el zócalo; con su ornamental pileta, los pretéritos árboles frondosos, con las floridas y coloridas plantas, cuidadas con mucho afán, se halla desde los tiempos de la colonia, la hermosa iglesia cuyos vistosos retablos están en la entrada y a la vista del visitante. En esta villa, en uno de los cerros que lo rodea, en recónditas cuevas, se han encontrado momias de la época incaica en perfecto estado de conservación, dos de ellos, se exhiben actualmente en el Museo de Historia de Huaraz.
Del zócalo, marchamos por una de estas expresivas calles hasta el final, alcanzando el inicio del relimpiado e inalterable sendero que nos conduciría al cerro de Yauca Punta. Al principio, el camino bordeado de eucaliptos, es empinado y ancho por un corto trecho. A medida que caminaba, disimulado, me acoplaba al centro del grupo, pensando en mi fuero interno que en cualquier momento empezaba el camino angosto, no solo eso, sino también, el inmenso precipicio que se logra ver desde Chiquian.
Un grupo se adelantado. Están trepando el cerro poe EL pétreo camino inclinado surcado de chamizas y vizcaínas. Entre los rezagados se encontraba mi tío Romeo y el señor Andrés. Me quedé junto a ellos, previniendo cualquier percance que fortuitamente podía presentarse. Andrés cargado con sus 83 y seis años caminaba como un joven de 25 Romeo con sus 73 años, no se quedaba atrás. Los tres juntos llegamos a la ceja donde nos esperaban. De esta ceja, al margen izquierdo del Cerro, se puede apreciar, de modo portentoso, el barranco de un kilómetro o quizás más de escalofriante profundidad. Pude observarlo solo por unos segundos. De aquí, de esta ceja, en adelante el camino, cuesta arriba, se encuentra adyacente al despeñadero. Yo caminaba distante, trémulo.
Cuando avanzábamos, nos íbamos topando con mudas reliquias de murallas de piedras labradas y rectangulares, situados, para nuestra admiración, contiguos al abismo. Con Ever y Zuly, hijo y madre, nos separamos del resto del grupo prosiguiendo el camino por el margen derecho. Ahora, desde lo alto de este lugar, observo pasmado, que, en plena falda empinada, todavía se hallan diseminados y numerosos edificios de antiguas murallas de diferente tamaño, pidiendo auxilio de las plantas silvestres que lo acechan sin piedad. Una vez más, sin temor, confirmo la indolencia humana, sobre todo de las pérfidas autoridades insensatas o por maligna ignorancia, de no salvaguardar el patrimonio que en herencia lo hemos adquirido de nuestros remotos y audaces habitantes de estos extraordinarios lugares.
Derrotero a la cresta del cerro, encontramos dos hermosas portadas, de uno de ellos se puede observar, mientras el cielo se encuentra despejado, libre de nubes pardas, el adusto nevado de Tucu ¡Maravilloso paisaje!. Cuando ensimismado volví a ver el nevado, producto de la naturaleza desde la portada emblemática, construido de manera fantástica, por los ingeniosos ingenieros, arquitectos y eficientes manos callosas de nuestros antiguos pobladores, me quedé hondamente extasiado. ¡Como lo disfruté! Señores autoridades que esperan para restaurar estos monumentos históricos para promover el turismo en nuestra Región de Bolognesi. ¡Háganlo, pero ya!
Después de una breve y empírica ceremonia de ofrenda al apu de Yauca Punta y disfrutar de un ligero fiambre, nos disponíamos a regresar por la empinada vertiente. Esta vez, cuando descendíamos por los caminos bifurcados, olvidados y escabrosos, las murallas, que lo veíamos lejos, desde lo alto, estaba frente de nosotros y para nuestro asombro, ocultado por la tupida floresta, inconmovible, sobreviviendo, a través del tiempo. Más allá, se logra ver Infinidad de murallas apartados de nosotros, sus torrecillas reverberan por los ambarinos rayos del sol que inexorablemente se va doblando hasta llegar a su ocaso. No pudimos acercarnos por falta de tiempo.
Ha culminado nuestra visita, con la promesa de volver pronto. Falta mucho por conocer, por explorar estos lugares de esplendidos panoramas y sobre todo la historia de toda esta zona. Es un motivo más, para que los profesores de historia, conscientes de su especialidad, visiten junto con sus alumnos e inculquen el valor historio de estos importantes y representativos recintos.
De nuevo, un grupo se adelantado y otro quedó rezagado. Entonces, tomando valor, decidí ir solo por aquel barranco de camino llano y angosto. Sin acercarme a la orilla ni detenerme, con paso ligero, estremecido, llegué a la entrada del atractivo pueblo de Huasta, Venciendo mi acrofobia.
El Pichuychanca.
Chiquian, 14 de noviembre 2019
Cerro de Yauca Punta |
FELICITO TU INTERÉS,POR TU VALIOSA INFORMACIO SERÍA IMPORTANTE INVESTIGAR TODOS LOS MISTERIOS HABIDOS DE YAUCAPUNTA Y SOBRE TODO ENFATIZAR EN LO CULTURAL, ANTROPOLÓGICO Y SOCIAL, CUANTO INFLUYÓ YAUCAPUNTA EN EL ÚLTIMO MILENIO DE NUESTRA ERA, PONLE UNA DOSIS DE LITERATURA E HISTORIA.
ResponderBorrarHola Marco, gracias por tu apreciación y el aporte. No soy historiador ni mucho menos antropólogo, facultades que me llaman la atención. Sin embargo como ciudadanos conscientes debemos propalar toda la gesta heroica de nuestros antepasados en cuanto a su orfebrería, arquitectura, artesanía. Y la primera responsabilidad recae sobre las autoridades. Saludos
ResponderBorrar