Madre ausente
Se halla en hondo sosiego
la ceñida vereda del patio.
Las lumbreras, sin vida.
Las flores su fertilidad perdió,
la ceñida vereda del patio.
Las lumbreras, sin vida.
Las flores su fertilidad perdió,
la aromática rosaleda su embrujo.
Desnudo quedó el jardin florido.
De la cornisa se ausentó
el jubiloso pichuychanca,
ya no escucho su trino sonoro.
De la cornisa se ausentó
el jubiloso pichuychanca,
ya no escucho su trino sonoro.
De la umbria cocina,
ya no escucho el retintín
ya no escucho el retintín
del mortero de dos hoyos.
Del ínfimo cuarto de costura,
ya no escucho el constante
pedaleo de la maquina de coser.
El tiesto perdió el aroma del café,
tostado en cálidos atardeceres.
Ya no percibo la apetitosa esencia
del manjar blanco
elaborado con tus manos laboriosas,
de cuando en cuando,
en la serena y abrigada cocina.
En el recodo de la cocina, inmóvil
se halla el pequeño molino de mesa
en donde molias el choclo maduro
para preparar con tus manos,
afanosas y ateridas,
la tentadora humita.
Las tina, depósito de agua
recogida del munífico manantial,
quedó vacía.
Tu corazón
dejo de latir…
Tus ojos,
tus manos,
tus piernas…
¡se quedaron inmóviles!… ¡Madre!…
El Pichuychanca.
Chiquian 13 de febrero 2917
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