Brilla, brilla, estrella mia
cariñosa estrella mía.
Eres mi unico tesoro,
nunca habrá otro.
Estrella del amor, mágica estrella,
estrella de mis tiempos felices,
permanecerás eternamente
en lo más profundo de mi atormentada alma.
Con la fuerza celestial de tu luz,
mi vida entera se ilumina.
Cuando muera, sobre la tumba,
¡brilla, resplandece, estrella mia!
1847
La luna se abre camino
entre niebla vaporosa
y sobre el bosque mohíno
vierte su luz cavilosa.
Por invernal carretera
vuela una troika veloz,
y la esquila viajera
suena con tediosa voz.
En el cantar del cochero
se oye un algo muy afín:
ya un desenfreno altanero,
ya una tristeza sin fin.
Ni una luz, ni una chozuela,
sólo desamparo y frío,
y los hitos siempre en vela
en el camino vacío.
La tristeza me espolea...
Mañana te veré, amada,
y junto a la chimenea
en ti pondré la mirada.
Cuenta el tiempo la saeta,
medianoche nos ampara:
aleja a gente indiscreta,
pero nunca nos separa.
Triste yo me siento, Nina;
el cochero se ha callado,
la esquila suena cansina
y la luna se ha ocultado.
1826
Alexander Pushkin (1799-1837)