¿Dónde estoy? ¿En qué rincón de la tierra me ha conducido mi sueño? ¿En qué bello pueblo estoy?
Pero la realidad es que aquí no hay mar, ni selvas vírgenes, ni tampoco enormes desiertos. Lo que hay aquí y lo que mis ojos contemplan —en Chiquian— es un cielo muy anchuroso que se tiende sobre los tejados y de nuestra cabeza como si ansiara cobijarnos frente a toda adversidad. Aquí destella el sol en toda su brillantez en los meses de junio, Julio y agosto, para irse apagando dulcemente, como si se sintiera pesaroso por ello, no sin consagrar de antemano una o dos apesadumbradas miradas a La incontrastable y generosa villa ciudad de Chiquian.
Todo el rededor de chiquian está moldeado por una pluralidad de animados y alegres paisajes. Caminando por abruptas faldas de los altos cerros, me ofrecen sus caminos silenciosos a fin de descansar y contemplar de como en el oriente sale el alba desnuda o en el poniente del ocaso de la puesta del sol, en ambos casos, mostrando sus colores cálidos sin ningún pudor. En ocasiones, el tambor de mi pecho acosado por la nostalgia, halla aquí sosiego y extravío.
El Pichuychanca
Chiquian, 22 de agosto 2023
Aquí les invito a contemplar las siguientes fotos.
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