viernes, 30 de julio de 2021

Filosofía y literatura: Leyendas orales



Hermoso amanecer en Chiquian

La filosofía
y la literatura han compartido terrenos comunes durante mucho tiempo,reencontrándose de tanto en tanto, después.

Hoy presentamos una antología, con algunos textos de la tradición oral de  donde las preocupaciones y paradojas del filósofo se encausan literariamente. 

Aquí algunas leyendas tradicionales de oriente.

***

Una historia sobre la verdad

Cuentan que un Rey obsesionado por los conceptos de verdad absoluta, verdad relativa y mentira. Ordenó que todo aquel que en su reino no digiera absolutamente la vedad fuera ahorcado. Ese mismo día un santo con fama de loco se presentó ante el Rey y dijo: 

—Majestad según tu Decreto,  hoy me ahorcaras. —Y riéndose a carcajadas, se marchó.

El Rey quedó completamente confundido, si lo ahorcaba estaría ejecutando a alguien que habría dicho la verdad, si no lo ahorcaba dejaría escapar a un mentiroso, inmediatamente, dio orden de derogar el Decreto   

    

Desaprender lo incorrecto para aprender lo correcto

Un hombre decidió visitar a un maestro para pedirle que le aceptara como discípulo. Cuando llegó a la casa, fue recibido por una persona que le interrogó sobre los motivos de su visita. 

---Deseo que el maestro me acepte como discípulo, —solicitó el recién llegado —Muy bien contesto aquel hombre, yo soy su asistente y le haré llegar esta demanda 

Transcurrido un tiempo el hombre de la puerta regresó con un papel. ---El maestro me ha dicho que contestes a las preguntas que hay en esta lista de acuerdo con tus conocimientos.

Cómo el visitante era un hombre muy instruido respondió a las preguntas con cierta facilidad sin que ninguna de ellas le resultara especialmente complicada.

Terminado el examen el asistente recogió las respuestas y retornó dentro de la casa para entregárselas al maestro. 



Una hora después, regreso junto al ya impaciente visitante. —El maestro me ha pedido que te comunique que en  las contestaciones a las preguntas planteadas has demostrado una gran erudición, por ese motivo te aceptará como discípulo dentro de un año. 

Aquel hombre se sintió halagado a la par un poco triste por el largo plazo marcado por el maestro. Antes de marcharse preguntó:

—¿Si he contestado acertadamente a las preguntas y he de regresar dentro de un año, cuál sería el plazo señalado si no hubiese respondido correctamente al examen? 

—Ah, en ese caso, —contesto el asistente —el maestro te habría aceptado como discípulo hoy mismo, Tú, en cambio, necesitas todavía  un año para liberarte de toda esa carga de conocimiento, inútil, que llevas encima.

            

Mi Dios es el único y verdadero

Un gato pasó casualmente junto a una asamblea de perros cuyo líder decía:

—Hermanos recemos juntos y pidamos con fervor, que el gran dios perro nos envíe del cielo buenos y abundantes huesos. 

El gato se alejó de ahí, diciendo para sí  “estúpidos idolatras, ignorantes, infieles, como es posible que le recen a ese dios de paganos y no al verdadero gran dios gato, y cómo es posible que en vez de huesos, ¿no pidan ratones?”     


Eludiendo el problema

Una lechuza y una tórtola se habían hecho buenas amigas. Un día la tórtola vio cómo su compañera se preparaba para marcharse por lo que le preguntó: 

—¿Es que te vas? ¿Adónde?   

—Muy lejos de aquí, —respondió apenada la lechuza

—¿Pero por qué? —pregunto extrañada la tórtola

—Por qué la gente de este lugar no les gusta mi graznido, se ríen de mí, se burlan, me humillan, —suspiró la lechuza



Después de cavilar unos instantes, dijo la tórtola:

—Si puedes cambiar tu graznido, es buena idea que te marches, aunque a decir verdad ya no necesitarías hacerlo. Si… por el contrario no puedes cambiarlo, ¿Qué objeto tiene que te mudes? Ahí donde acudas encontraras también gente a la que no le guste tu graznido, y te trataran igual que aquí. Entonces ¿Que harás? ¿Volver a huir de nuevo?   


Unos ven, y otros no

Un discípulo se mostraba ansioso de recibir las más altas enseñanzas, por eso no dudó de preguntar a su maestro 

—Por favor señor, ¿Qué es la verdad? 

—¿La verdad? Está en la vida de cada día 

Decepcionado el discípulo, protestó: 

—Pero en la vida de cada día solo encuentro rutina y vulgaridad, pero no veo la verdad por ningún lado. —El maestro dijo:

—Eso es la diferencia, unos la ven y otro no la ven.     


Estar despierto

Un grupo de personas fue a preguntar a un maestro 

—La gente sufre calamidades muere a veces miserablemente, muchos sufren, tienen problemas, se odian, se traicionan, cómo puedes permanecer indiferentes a todo eso, cómo, si eres un iluminado no ofreces tu ayuda a los demás. 

El maestro contestó:

—Imaginad que estáis soñando, en vuestro sueño vais en un barco y este se hunde, en ese momento os  despertáis, —yo os pregunto a vosotros— os volveréis a dormir para prestar ayuda a los pasajeros de vuestro sueño?  


El Pichuychanca

Chiquian calle Tarapacá 1 de agosto 2021








jueves, 22 de julio de 2021

Hilando, en el ocaso del sol


La cuadra N° 4 de la calle Tarapacá, en donde yo residía, era el más bullicioso y ameno de la villa natal. Desde la callejuela, la entrada de mi casa, a dos cuadras del estadio de Jircan, los días domingos por la tarde veía pasar a una multitud de entusiasmados simpatizantes de un determinado equipo con el propósito de ver el emocionante encuentro de futbol con su enconado rival. Después, frente a mí, transitaban eufóricos hinchas dando vivas con energía desmedida por el triunfo del equipo preferido. Y los fanáticos del bando contrario, tenían el rostro desencajado, con la mirada en el piso velado, por la derrota. 
                
Los jueves por la noche con el cielo sembrado de titilantes luceros, los gozosos sábados, por la tarde, días de ensayo de la filarmónica banda de don Florentino Aldave, cuando ejecutaban sonoras y acompasadas melodías, vibraban las lumbreras de las casas vecinas. Estos acordes complacían mi espíritu infantil y alborozaba el corazón de los curiosos oyentes de heterogénea edad. 

Las madrugadas de soplo seco y glacial, no era impedimento para que los tejedores, don Cesáreo Minaya, Víctor Garro y Joaquín Aguirre, originen sonoros cánticos a los dormidos telares de donde surgían los hermosos ponchos, bayetas, alforjas y frazadas, al ritmo del sordo canto del altivo gallo de cola convulsa y del cautivador trino del encandilado pichuychanca.

El honroso hornero, con el rostro cárdeno, aun soñoliento, a la luz de la aurora, raudo, acude al abrigador horno del señor Maturana, con el fin de elaborar los variados y deliciosos panes. Cuando llegaba mi turno de ir a comprar las piezas para el desayuno, en las primeras luces del día, en el sepulcral silencio de la empedrada calle, de repente, observaba al panadero trasladar, sobre su descarnado hombro, la canasta, redonda y espaciosa, atiborrado del odorante pan. Yo, como un osezno glotón detrás de la madre osa, ansioso con el deseo de probar el primer alimento del día le seguía hasta la tienda con el propósito de comprarlo.  

Los fines de semana, por la tarde, cuando el fulgor ambarino del sol se hundía entre las tinieblas, la callejuela y la estrecha calzada se transformaba en absoluta algarabía. Los pequeños vecinos, varones y mujeres, encantados y en familiaridad, participábamos en los distintos y divertidos juegos infantiles. En la época de su respectiva temporada, unos se entretenían jugando con las canicas, la canga, el aro, el bolero, el runrún. Otros se animaban a saltar sobre la soga, a jugar a las escondidas, bata, mata gente, vóley y correr alborotados detrás de la pelota de futbol.


La mayoría de agitados pilluelos y pilluelas que nos divertíamos colmados de ventura, yo, advertía, de tarde en tarde, a la querida y bondadosa vecina, la señora Bernita. Aquella noble mujer de pequeña estatura, emplazada en el canto del angostillo, apoltronada sobre una silla arremangada, como de costumbre, siempre ataviada del sombrero, blanco humo, que cubría su cabeza. Con el par de trenzas, prietas y difusas, que empezaban a nevar, se mecía sobre los enjutos hombros, causado por el suave viento de la tarde y arrebujada por entero con el pañalón. 
Ella, disfrutaba de nuestros pueriles esparcimientos e involuntariamente, con ojos risueños, nos “vigilaba”. A menudo se aproximaban dignas y aplicadas vecinas con el propósito de hacerle compañía. Agrupadas alrededor de ella y en amena charla, efectuaban la misma labor que realizaba con mucho placer, el arte sin par, de hilar la lana de la oveja en celestiales ocasos del sol.     
Del ovalado cesto de carrizo, situado junto a ella, extraía el esquilado y límpido vellón de oveja. Ya entre los dedos de sus manos ateridas, colmada de talento, con prudencia, previniendo que se desgarraran, empezaba a escarmenar  y a estirar las fibras de la lana, hasta alcanzar una textura suave y un peso muy liviano. Esta nueva guedeja, lo volvía a estirar para una mejor fluidez del ovillado. Culminado este primer proceso, cogiendo la  materia prima, con sumo tiento, lo enrollaba alrededor de la delgada muñeca, la palma y los dedos, formado en media luna, quedando listo para el hilado.  

Oyendo el melódico sonido de la banda, el quejido quejumbroso de los telares, el alboroto de los infantes, percibiendo el efluvio embriagador de los crocantes biscochos recién horneados y el hermoso atardecer, mi estimada vecina, la señora Bernita, rebosada y tesonera, con sus hábiles dedos hacía danzar con mucha finura la phushkha, (el huso y la tortera) retorciendo el suave vellón, una y otra vez, obteniendo de este modo el deseado y perfecto hilado. 

De los patios, jardines y paredes de las casas vecinas, huérfanas, surge un inaudito y cruel silencio. De inmediato, resucita en mi otoñal memoria la jubilosa vivencia infantil del ayer. A mis venerables vecinos que el más allá les tocado la puerta, a los entrañables moradores que partieron a lugares ignorados y a mi bienhechora vecina, señora Bernita, versada hilandera, cuando, en un instante de sosiego, me acunaba en su dulce y tibio regazo, hoy los  evoco con infinita tristeza.

El Pichuychanca  
Chiquian 20 de Julio 2021




viernes, 16 de julio de 2021

El periodismo de hoy en dia

 


“Los cínicos no sirven para este oficio” 

R Kapuscinski.

Periodista.

Como toda ciencia, el periodismo tiene un método para dar a conocer, a través del código de ética, los acontecimientos de relevancia de y para la sociedad. Recopilando, verificando y cruzando fuentes de información, sea este en la forma visual, escrita, oral o gráfica, como relevante y seguro, sirviendo de modo imparcial la difusión a los ciudadanos de una necesidad de interés y conocimiento público.        

Hoy en día, somos testigos que los redactores, informadores y periodistas cínicos no valen ni sirven a una comunidad o sociedad que merece ser tratada con respeto por los profesionales de la comunicación, por los profesionales del periodismo y por quienes tienen el privilegio de contar con un micrófono, una pantalla, una plataforma, un programa de radio para dar a conocer sus ideas, su visión del mundo, su perspectiva sobre los asuntos culturales, sociales, políticos y económicos. 

Es elemental que la sociedad peruana ponga un alto a esta impunidad con los que muchos periodistas se han conducido durante tantos años, mintiendo, engañando, calumniando y distorsionando la realidad, y alienando al país 

En este reciente proceso electoral ha sido un caso más de la historia negra del periodismo. Es un caso inmoral que no debe quedar impune.  

El Pichuychanca.

Lima 15 de julio 2021 

jueves, 8 de julio de 2021

Periferias de mi pueblo.


Yo, fotógrafo aficionado, acompañado del cielo garzo, del estío otoñal de animada mañana, de alegres manantiales, cantarinas, y de sombras doradas, amigos y amigas de mi andanza, voy derrotero por los extramuros de mi apacible aldea para robarle sus hermosos panoramas.

El Pichuychanca.

Chiquian, 2020       

Aquí algunas fotos.   




























El Pichuychanca.

Chiquian 2020

Archivo foto 2018