Paisaje. Chiquiano. |
El virus
Se encontraba en la lejanía, distante como la tierra al sol. Carne humana arrasando, nuevas tumbas abriendo. Nosotros sin darle crédito. Envió al sueño eterno, a mil, como no era de los nuestros, no le dimos importancia. Envió al sueño eterno, a dos mil, tampoco nos importó. Cual camada de aves de rapiña, insaciables, rastreando comida, surcando distancia inimaginable, sigiloso, arribó al país sin pedir visado. Y persistía nuestro estilo de vida. Nos fustiga con espantosa angustia de ver sobre la cama, hundidos, al virtuoso padre y a la honrada madre, al amado hijo y al apreciado hermano, y al afectuoso amigo, guerreando por la vida. Hoy, ya no cabe en el dolorido pecho tanta desolación, tanto tormento, zumbando y lacerando el alma, sin poder acompañar al sueño eterno, del franco amigo,
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