domingo, 8 de septiembre de 2024

Yo, hombre mortal

Lindo amanecer en Chiquian.

Yo, hombre mortal



Los prados bañados de rocío,
bajo el ojo albo 
del vasto cielo prieto, 
la agitada, entumecida brisa
mi requemado rostro acaricia.   
Sin prisa, antes que el sol mane, 
por velados senderos errando voy 
derrotero a los floridos oteros
al encuentro de mis cavilaciones 
con la eterna seductora alborada.  
        
Del invierno yerto
a la primavera dulce,
del verano ardiente
al otoño templado,
de entre elevados altozanos,
de entre plateadas cordilleras,
nace la aurora inmortal
cual neonato amado 
del oval vientre 
de indómita madre, mortal.

Yo, en este trance, 
un hombre mortal, 
un micro organismo 
de entre millones de seres vivos
de este infalible universo, 
mis fatigados pasos contengo
bajo la insólita penumbra de un recodo
del mustio y solariego sendero.
  
Sobre piedra pretérita sentado,
reposo pensativo.
Contemplando el cielo infinito, 
todavía en noche clara,
a trémulas perlas advierto 
extinguirse lentamente,
como aquí, en la Madre Tierra,
en algún lugar ignoto, 
el sigiloso más allá
está tocando la puerta
a un ser querido, mortal.

Aflora el luminoso sol 
lanzando hilos dorados
sobre la fértil entraña 
de la Madre-tierra.
Aportando a mano abierta 
su eterna energía,
origina múltiples géneros de vida 
cual padres bienaventurados 
que engendran a tan deseado 
y esperado primogénito.

Para éste, neonato mortal, 
luego de nueve meses de gestación, 
cautivo en la cerrazón 
del vientre de fausta madre, 
por la fuerza del destino, 
colmado de enormes vicisitudes, 
irá a descubrir 
nuevas formas de existencia
cómo el de sus progenitores...
¡mortales! 
           
El Pichuychanca.    
Chiquian, Camino a Capilla Punta, octubre 2019


Amaneciendo en Chiquian.

Atardeciendo

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