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Tiempos de neblina. Chiquian. |
Los
soldados murmuran:
---¿Acaso
somos cobardes gacelas?
---¿Acaso
tenemos agua en las venas?
---¿Cuándo
se había visto que los rusos le dieran la espalda al enemigo?
Ansiaban
entrar en combate.
Había
dos ejércitos rusos. Uno, al mando del general Barklái de Tolli, retrocedía
hacia Vilna, Drisssa y Polotsk. El otro se retiraba por un sector más meridional: desde la ciudad de Grodno
hacia Slutsk y Bobruisk. Lo mandaba el general Bagratión.
Las
tropas napoleónicas eran casi tres veces más numerosas que las de Barklái y Bragatión juntas. Con la
intensión de derrotarlos por separado, los franceses no permitían a los rusos
unirse.
Ambos
generales rusos comprendían que, por el momento, no poseían fuerzas suficientes
para presentar combate verdaderamente serio al enemigo. Por eso, retiraban sus
regimientos, guiados por el deseo de preservar el ejército.
---¡A
lo que hemos llegado!- suspiraban los soldados.
---¡Adiós
a nuestro honor de combatientes!
Un
viejo cabo, que retrocedía como todos, dijo de pronto a sus camaradas:
---¿Quieren
que les cuente un cuento?
---Cuéntalo
pues.
Los
hombres se detuvieron a descansar, se acomodaron y se quedaron en silencio.
---Una
vez, hace mucho o hace poco, no importa demasiado--- comenzó el viejo cabo -–se
encontraron en el bosque un lobo gris y un alce pequeñito. El pérfido lobo hizo
rechinar los colmillos:
“Alcecito,
te voy a comer”.
“Espera
lobo gris -–le dijo el alcecito-. Acabo
de nacer. Espera a que crezca un poco”
Al
ocurrírsele que si el alcecito crecía un poco tendría más carne, el bandido de
los bosques accedió.
Rápida
o lentamente, no importa demasiado, el tiempo pasó. Otra vez se encontraron el
lobo gris y el alcecito. Este se había convertido ya en un alce adolescente,
los cuernos le empezaban a aparecer y las pezuñas se le habían endurecido. Al
verlo, el lobo gris hizo rechinar los colmillos:
“Alce,
te voy a comer”.
“Bien,
lobo gris –-respondió el alce---. Pero permíteme despedirme de mi tierra natal
primero.”
“Pues
despídete”, replicó el lobo.
El
joven alce comenzó a recorrer su tierra, sus campos, bosques y llanuras. A
medida que caminaba, se iba fortaleciendo, mientras el lobo lo seguía
prácticamente pegado a sus pezuñas. El largo camino dejó agobiado al bandido:
se le empezó a caer el pelo, le aparecieron las costillas y dejó caer la
lengua, sintiéndola totalmente ajena a su cuerpo.
“Alto,
detente”, gritó el muy pérfido.
Rápida
o lentamente, no importa, el tiempo pasó. Un día, el alce realmente se detuvo y
salió al encuentro del lobo, que vio ante sí a un animal adulto y vigoroso. El
bandido rechinó los colmillos:
“Alce,
ahora sí te voy a comer“
Pero
el titán del bosque se echó a reír:
“Has
la prueba”.
El
lobo se lanzó al ataque, pero sus fuerzas ya no eran las mismas de antes, ni el
alce era ya la cría de ayer, sino un verdadero titán de los bosques, que se
levantó sobre sus patas traseras y dejó caer sus pesadas pezuñas sobre el lobo.
Allí se acabó el bandido.
El
cabo calló
Los
soldados se quedaron pensativos:
---No
era tonto el alcecito.
---¡Se
volvió un alce adulto y entonces…!
---¡Espera!
¡Esa fabula tiene moraleja!
---¡Retirada!
¡Retirada!- se oyó la orden.
Los
soldados se pusieron de pie y cerraron filas. Con la cabeza erguida, siguieron
caminando por los campos, bosques y llanuras. Por su propia tierra y no por la
ajena.
Extraído
del libro:
Cuentos
de la historia Rusa
De:
S Alexéiev
El
Pichuychanca.
Chiquian, 15 de marzo 2022
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