sábado, 15 de marzo de 2025

La Fábula del viejo cabo


Tiempos de neblina. Chiquian.
Versta tras versta retroceden los rusos. Cruzan campos, bosques, ríos, pantanos, colinas, llanuras y barrancos. Por carecer de fuerzas suficientes, el ejército ruso se ve obligado a retroceder.
Los soldados murmuran:
---¿Acaso somos cobardes gacelas?
---¿Acaso tenemos agua en las venas?  
---¿Cuándo se había visto que los rusos le dieran la espalda al enemigo?
Ansiaban entrar en combate.
Había dos ejércitos rusos. Uno, al mando del general Barklái de Tolli, retrocedía hacia Vilna, Drisssa y Polotsk. El otro se retiraba por un sector  más meridional: desde la ciudad de Grodno hacia Slutsk y Bobruisk. Lo mandaba el general Bagratión.
Las tropas napoleónicas eran casi tres veces más numerosas que  las de Barklái y Bragatión juntas. Con la intensión de derrotarlos por separado, los franceses no permitían a los rusos unirse.
Ambos generales rusos comprendían que, por el momento, no poseían fuerzas suficientes para presentar combate verdaderamente serio al enemigo. Por eso, retiraban sus regimientos, guiados por el deseo de preservar el ejército.
---¡A lo que hemos llegado!- suspiraban los soldados.
---¡Adiós a nuestro honor de combatientes!
Un viejo cabo, que retrocedía como todos, dijo de pronto a sus camaradas:
---¿Quieren que les cuente un cuento?
---Cuéntalo pues.
Los hombres se detuvieron a descansar, se acomodaron y se quedaron en silencio.
---Una vez, hace mucho o hace poco, no importa demasiado--- comenzó el viejo cabo -–se encontraron en el bosque un lobo gris y un alce pequeñito. El pérfido lobo hizo rechinar los colmillos:
“Alcecito, te voy a comer”.
“Espera lobo gris -–le dijo el alcecito-.  Acabo de nacer. Espera a que crezca un poco”
Al ocurrírsele que si el alcecito crecía un poco tendría más carne, el bandido de los bosques accedió.
Rápida o lentamente, no importa demasiado, el tiempo pasó. Otra vez se encontraron el lobo gris y el alcecito. Este se había convertido ya en un alce adolescente, los cuernos le empezaban a aparecer y las pezuñas se le habían endurecido. Al verlo, el lobo gris hizo rechinar los colmillos:
“Alce, te voy a comer”.
“Bien, lobo gris –-respondió el alce---. Pero permíteme despedirme de mi tierra natal primero.”
“Pues despídete”, replicó el lobo.
El joven alce comenzó a recorrer su tierra, sus campos, bosques y llanuras. A medida que caminaba, se iba fortaleciendo, mientras el lobo lo seguía prácticamente pegado a sus pezuñas. El largo camino dejó agobiado al bandido: se le empezó a caer el pelo, le aparecieron las costillas y dejó caer la lengua, sintiéndola totalmente ajena a su cuerpo.
“Alto, detente”, gritó el muy pérfido.
Rápida o lentamente, no importa, el tiempo pasó. Un día, el alce realmente se detuvo y salió al encuentro del lobo, que vio ante sí a un animal adulto y vigoroso. El bandido rechinó los colmillos:
“Alce, ahora sí te voy a comer“
Pero el titán del bosque se echó a reír:
“Has la prueba”.
El lobo se lanzó al ataque, pero sus fuerzas ya no eran las mismas de antes, ni el alce era ya la cría de ayer, sino un verdadero titán de los bosques, que se levantó sobre sus patas traseras y dejó caer sus pesadas pezuñas sobre el lobo. Allí se acabó el bandido.
El cabo calló
Los soldados se quedaron pensativos:
---No era tonto el alcecito.
---¡Se volvió un alce adulto y entonces…!
---¡Espera! ¡Esa fabula tiene moraleja!
---¡Retirada! ¡Retirada!- se oyó la orden.
Los soldados se pusieron de pie y cerraron filas. Con la cabeza erguida, siguieron caminando por los campos, bosques y llanuras. Por su propia tierra y no por la ajena.

Extraído del libro:
Cuentos de la historia Rusa
De: S Alexéiev

El Pichuychanca.

Chiquian, 15 de marzo 2022




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