Huaca Corral |
Tierras fecundas
Osados aldeanos
de corazón franco,
de rostro atezado,
por sinuoso camino
marchan con júbilo
al campo labrado.
Del fecundo campo,
de su próvida entraña,
con denuedo y punzados
por el estio primaveral,
cosechan el maíz, el trigo,
preciado alimento.
Celebran alegres festividades
con tinyas, quenas y zampoñas,
con bailes y danzas cadenciosas,
con voces sonoras coreando coplas.
Es una ofrenda a la Madre-Tierra
que provee lluvia, ríos y lagunas.
Cierto día, una turba de gente
extraña, vestidos de verde
uniforme, con rostro rabioso,
con armas de fuego en mano,
con impía violencia, los despojan
de sus fecundas tierras ancestrales.
Uno de los uniformados,
de negros y grandes luceros,
que destella bajo la luz del sol,
de negras cejas pobladas,
contra su voluntad,
está frente al anciano y honrado padre.
En oscura puesta del sol,
por el anchuroso campo,
por la cumbre de los cerros,
inaudita y postrera luz derrama.
La estepa ruge,
una sombría nube se enarbola,
malignas profecías se aproxima.
Volando debajo de la nube negra,
anuncian los cuervos tarde de drama.
Entre sus manos curtidas, elevando, un puñado de húmeda tierra, el padre clama con voz vibrante: ¡Ay hijo mío!, en esta tierra bendita y fecunda, viste la luz por vez primera, creciste junto a tu madre, te crié con alegría y sacrificio. Por tus frescas venas corren mi sangre, ¿Quién te ordenó ponerte en contra de tus hermanos aldeanos, de tus antepasados? ¡Ay hijo mío!
Una voz ronca y amenazante, surge
de uno de los uniformados, y advierte:
¡Es una orden del gobierno democrático!,
¡A ti y a todos, desterrarte de estas tierras!
Los aldeanos están resueltos a preservar
con su vida la solariega tierra fecunda.
El gobierno burgués y corrupto,
la despectiva oligarquía, llama
a los aldeanos con descrédito,
gente de segunda categoría,
por custodiar su tierra prolífica
con su digna y honrada vida.
Autoridades del gobierno,
holgados y con desdén
apoltronados en su oficina,
observan con expectativa,
de cómo policías y aldeanos,
hijos del pueblo, se matan.
Madres y esposas; temerarias, hijas,
hermanas y sobrinas, valerosas,
resistiendo la angustia y el dolor,
en compacta marcha, armadas
de azadones, al feroz usurpador
se enfrentan. Se oyen voces
apocadas de policías asalariados,
irritados de los bravíos aldeanos.
El crepúsculo está de duelo, el viento
gime, brama el río torrentoso...
Cual Ave Fénix, de sus cenizas,
se yerguen los indomables aldeanos,
para seguir labrando sus ancestrales…
¡¡Tierras fecundas!!
El Pichuychanca.
Chiquian, Chinchu Puquio 30 de marzo 2018
de corazón franco,
de rostro atezado,
por sinuoso camino
marchan con júbilo
al campo labrado.
Del fecundo campo,
de su próvida entraña,
con denuedo y punzados
por el estio primaveral,
cosechan el maíz, el trigo,
preciado alimento.
con tinyas, quenas y zampoñas,
con bailes y danzas cadenciosas,
con voces sonoras coreando coplas.
Es una ofrenda a la Madre-Tierra
que provee lluvia, ríos y lagunas.
Cierto día, una turba de gente
extraña, vestidos de verde
uniforme, con rostro rabioso,
con armas de fuego en mano,
con impía violencia, los despojan
de sus fecundas tierras ancestrales.
Uno de los uniformados,
de negros y grandes luceros,
que destella bajo la luz del sol,
de negras cejas pobladas,
contra su voluntad,
está frente al anciano y honrado padre.
de negros y grandes luceros,
que destella bajo la luz del sol,
de negras cejas pobladas,
contra su voluntad,
está frente al anciano y honrado padre.
por el anchuroso campo,
por la cumbre de los cerros,
inaudita y postrera luz derrama.
La estepa ruge,
una sombría nube se enarbola,
malignas profecías se aproxima.
Volando debajo de la nube negra,
anuncian los cuervos tarde de drama.
Entre sus manos curtidas,
elevando, un puñado de húmeda tierra,
el padre clama con voz vibrante:
¡Ay hijo mío!,
en esta tierra bendita y fecunda,
viste la luz por vez primera,
creciste junto a tu madre,
te crié con alegría y sacrificio.
Por tus frescas venas corren mi sangre,
¿Quién te ordenó ponerte en contra
de tus hermanos aldeanos,
de tus antepasados? ¡Ay hijo mío!
de uno de los uniformados, y advierte:
¡Es una orden del gobierno democrático!,
¡A ti y a todos, desterrarte de estas tierras!
Los aldeanos están resueltos a preservar
con su vida la solariega tierra fecunda.
la despectiva oligarquía, llama
a los aldeanos con descrédito,
gente de segunda categoría,
por custodiar su tierra prolífica
con su digna y honrada vida.
Autoridades del gobierno,
holgados y con desdén
apoltronados en su oficina,
observan con expectativa,
de cómo policías y aldeanos,
hijos del pueblo, se matan.
hermanas y sobrinas, valerosas,
resistiendo la angustia y el dolor,
en compacta marcha, armadas
de azadones, al feroz usurpador
se enfrentan. Se oyen voces
apocadas de policías asalariados,
irritados de los bravíos aldeanos.
El crepúsculo está de duelo, el viento
gime, brama el río torrentoso...
Cual Ave Fénix, de sus cenizas,
se yerguen los indomables aldeanos,
para seguir labrando sus ancestrales…
¡¡Tierras fecundas!!
El Pichuychanca.
Chiquian, Chinchu Puquio 30 de marzo 2018
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