domingo, 12 de marzo de 2017

Campos abandonados

        

Chiquian. Foto cortesía de Jorge Duran Silva



Campos abandonados


Alzo hacia mi  pueblo
mi libre camino,
mis meditaciones…
siguen soñando
yo, solo observo…
padezco observando...

No perdona al pasto el lacerante estío
como a la masa del pan el horno.
Humilla, amarilla al verde labrantío.
Ahoga el tic tac del loable labriego
de ver hollado el sembrío por el estío. 
El trino gozoso de los pájaros no se oye.

El maíz, el trigo, la papa  
que alguna vez esmaltaron los próvidos campos,
floreciendo en abundancia, 
subiendo derrotero  al cielo, 
dotando de dicha al franco labrador,
¡Sucumbieron!    
  
En el pasado, el labriego indómito 
colmado de constante deleite, 
en armonía anidando 
con el fecundo campo labrado,
se halla con el alma molida ahora.
Contra su voluntad, ¡yace mísero!

La luna, lumbre de noche sombría,
al campo desdeñado alumbra,
al plañidero pueblo alumbra.
a la pastoril calle alumbra
por donde vaga el taciturno labriego. 

La inmaculada aurora, 
despierta a la floresta envejecida. 
En la puesta del sol, 
monótono sopla el viento frío
por el lóbrego desnudo campo.

Hoy, susurra doloroso por yermo collado
el alegre riachuelo de ayer.
El Labriego callado y desolado y lastimado
con ojos azarosos 
ve el campo hollado por el vil tiempo.
Se ausentaron las aves del despojado prado.

El Pichuychanca.      
Chiquian, Rumichaca 12 de marzo 2017


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